SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS (1 DE NOVIEMBRE)
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
El tema de esta liturgia de la palabra de Dios de este día de fiesta es celebrar la
santidad de Dios, manifestada en sus hijos, los santos, nuestros hermanos que ya
alcanzaron la victoria, por otra parte, la santidad de la Iglesia manifestada en sus
hijos, y la comunión eclesial, con los bienaventurados, los nos esperan y oran por
nosotros para llegar a la meta. Hay santos que reconocemos todos, porque están
en el calendario litúrgico, sin embargo, hay un sin número de santos anónimos para
nosotros, pero no para Dios, porque se santificaron en una vida escondida, hasta
alcanzar la vida eterna. Litúrgicamente celebramos la santidad de Dios manifestada
en los miembros de su pueblo, los mejores hijos de la Iglesia, hombres y mujeres
como nosotros, ancianos y niños, jóvenes y matrimonios; obispos y sacerdotes,
religiosos y religiosas , laicos y laicas de todos los tiempos. Entre ellos están los
mártires, los confesores de la fe, las vírgenes, las viudas, los monjes, misioneros,
doctores de la Iglesia, etc. La Iglesia peregrina se alegra por estos hermanos, la
Iglesia que se purifica en el Purgatorio en el amor divino, unida a la Iglesia
triunfante del cielo, y consciente de la comunión de los santos, celebra la gloria de
Dios, con nuestros hermanos que ya alcanzaron la palma de la victoria, la gloria de
la resurrección, la santidad preclara, la patria verdadera del cristiano, la Jerusalén
celestial.
a.- Ap. 7, 2-4. 9-14: Triunfo de la multitud de los elegidos.
El Apocalipsis, nos presenta el resultado de la batalla que los cristianos dieron
frente al Imperio Romano, visto como un absoluto en su tiempo, como un poder
que no acabaría jamás. La vida cristiana, era todo un desafío al no considerar al
emperador un dios y divinizar la ciudad de Roma. Los creyentes, se preguntaban
por el sentido y fin de la historia. El apóstol responde con la fe y la esperanza
cristiana, para contemplar el futuro, ya que el Imperio no respondía a todas las
aspiraciones del hombre. Frente a la aparente solidez de la mística Imperial, el
apóstol presenta la solidez de la esperanza cristiana, donde la salvación de Dios es
una realidad en la comunidad eclesial, pero también en el resto de la humanidad.
La descripción del número de los elegidos, simboliza la plenitud, es decir, una gran
multitud. La “salvación es de nuestro Dios, del que está sentado en el trono y del
Cordero” (v.11). Se piensa en la vida futura, las comunidades cristianas, hacen una
opción en sentido ético y profético, no política. Jesús resistió a los nacionalistas
judíos, Pablo ordena a las comunidades someterse a las autoridades legítimamente
elegidas (cfr. Rm. 13, 1); la fe cristiana, no era ni es, un partido político o un
partido alternativo existentes en ese momento. Esto no los privaba de ayer y hoy,
ser críticos con el poder reinante en lo que se refiere a la opresión y represión con
carácter de absolutismo. La liturgia celestial presenta esta muchedumbre frente al
Cordero, son los mártires porque llevan la vestidura blanca y las palmas en sus
manos, signos de victoria, porque no se contaminaron con la idolatría del Imperio.
Han triunfado sobre la bestia, su imagen y de la cifra de su nombre. Cantan la
salvación obtenida de parte de Dios, antes pedían justicia y venganza (cfr. Ap. 6,9-
11) ahora cantan delante de Dios (cfr. Ap. 15,1-4; 19,1-4). La tribulación de la que
vienen puede suponer una persecución reciente o la permanente opresión de la
política imperial. Sufren por ser fieles a la Palabra de Dios y del testimonio de
Jesús.
b.- 1Jn. 3, 1-3: Veremos a Dios tal cual es.
En su carta el apóstol Juan, destaca la filiación divina, como una realidad realizada
por el Espíritu del hombre, luego del bautismo. Hay ahora una nueva relación con
Dios Padre, por obra de Jesucristo, no efecto del esfuerzo humano, sino efecto de la
gracia. Si bien, es una realidad existente, no se revela al exterior, el mundo no la
reconoce, como no conoció a Jesús, sino que crece en lo íntimo del corazón, sólo la
conducta personal es un signo de ella. Pero la filiación divina tendrá su plena
manifestación, una mayor semejanza con Dios, la visión beátifica (cfr. Mt. 5,8). Los
hijos de Dios podrán tener una relación inmediata con Dios (cfr. Jn. 12, 26). El
cristiano no peca, no se halla sujeto al poder del pecado, sino que es el Espíritu
Santo, quien lo guía. Pero si bien es cierto, que el cristiano sigue pecando, como los
paganos, puede superar sus debilidades, ser perdonado por Jesucristo, si está
arrepentido. Aquel que vino a quitar el pecado de mundo, es puro, en Él no hay
pecado; si el cristiano no tiene esto en cuenta, la gravedad de su pecado, quiere
decir, que no conoce a Cristo, la comunión con Dios y no vive la filiación divina. La
dignidad de ser hijos de Dios nos ayuda a superar nuestra débil condición por la
gracia que hemos recibido del único Hijo de Dios.
c.- Mt. 4,25; 5, 1-12: Las bienaventuranzas.
El evangelista Mateo, nos presenta las enseñanzas éticas más importantes de
Jesús, coleccionadas como un gran discurso. Para el evangelista Mateo, es
importante presentar a Jesús como un nuevo Moisés, fundador del nuevo pueblo de
Dios con sus leyes, mandamientos y promesas. El monte de las bienaventuranzas,
es la plenitud de lo que se escribió en el monte Sinaí. Se trata del Sermón de la
montaña, donde Jesús proclama las bienaventuranzas, que son la introducción y la
síntesis de todo un largo discurso (cc. 5-7). El reino de Dios ha llegado, Jesús
anuncia la Buena noticia: la auténtica felicidad está no en la riqueza sino en la
pobreza (cfr. Is. 61, 1-3). Los que el mundo desprecia, resulta que ahora son
dichosos, porque su propia pobreza los hace abrirse y acoger el reino de Dios, el
propio Jesús, es manso y humilde de corazón. Los considerados últimos, poseen
una dignidad, un nombre y rostro preciso, en ellos reverbera la riqueza de la gracia
y gloria de Dios.
- Bienaventurados los pobres de espíritu (v. 3), es decir los hombres pobres,
honrados, piadosos y justos, que sufren la injusticia del rico opresor. Quien vive
honradamente, practica la justicia y está abierto a Dios, será recompensado por ÉL.
La injusticia es incompatible con la integridad exigida por Dios. La verdadera
pobreza de espíritu va acompañada de la sencillez de corazón, por conocer la
necesidad que el hombre tiene de Dios, por la integridad y apertura al prójimo.
- Bienaventurados los mansos (v.4), son estos mismos pobres, que heredarán la
tierra, una sociedad más humana donde todos tengan lo necesario para vivir y
poder alcanzar el reino de Dios. El Señor Jesús venció la enfermedad, el hambre, el
dolor, y así caminó hacia su misterio pascual de muerte y resurrección. Siendo rico
se hizo pobre por nosotros. Dichosos los pobres porque esperan la salvación de
Dios.
- Bienaventurados los que lloran porque serán consolados (v.5). Los afligidos serán
consolados por el Mesías de todo el dolor humano que provoca el pecado, la muerte
y Satanás. Jesús resucitado venció precisamente a estos enemigos. Dios, es el Dios
del consuelo, enseña el profeta (cfr. Is. 40). Dichosos porque derraman lágrimas
de sufrimiento, de arrepentimiento y de intercesión; Dios los consuela en su Hijo y
recompensará en la resurrección.
- Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia (v.6). Es la tendencia de
recibir lo que necesitan, añoranza de Dios, que donará la justicia a los oprimidos,
que cese la injusticia (cfr. Is. 55,1; Sal. 42,2). Esta esperanza la cumple a
cabalidad la aparición del Mesías que es denominado “Yahvé es nuestra justicia” (Jr.
23,6; 33,16; Is. 11,1-14). Buscan una justicia integral para la sociedad.
- Bienaventurados los misericordiosos (v.7), son los que obran como Dios, es decir,
son misericordiosos perdonando a su prójimo, experimentan en su vida a Dios,
desde su amor, su compasión, su comprensión, su ayuda. La oración que nos
enseñó Jesús, es a perdonar como somos perdonados. En esta bienaventuranza se
presentan las exigencias operativas, para entrar en el reino de los cielos. El
Misericordioso por excelencia (cfr. Ex. 34,6), declara dichoso al qie pone en práctica
el amor con el prójimo.
- Bienaventurados los limpios de corazón (v.8), son no sólo los castos y puros, sino
aquel cuya vida es reflejo de su caridad y claridad, sin doblez, con rectitud de
intención. Son los que no aceptan la maldad en su corazón, en lo íntimo de su ser.
A ellos se les promete ver a Dios (cfr. Ap.22,4).
- Bienaventurados los que trabajan por la paz ( v. 9). Los que trabajan por la paz,
son los que trabajan por ella, como Dios, servimos al Dios de la paz (cfr. Rm. 15,
33; 16, 20). Su Hijo Jesucristo, es el Príncipe de la paz, que con su sacrificio, ha
derribado el muro del odio entre judíos y gentiles, Él es nuestra paz (cfr. Ef. 2,14-
16). Serán reconocidos como hijos de Dios que hace salir el sol sobre buenos y
malos (cfr. Mt. 4,45).
- Bienaventurados los perseguidos por la justicia…bienaventurados cuando os
injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por
causa de mi nombre (vv.10-11) , son los justos que sufren la injusticia de los ricos y
opresores; la misma suerte que corrió Jesús tienen participación sus discípulos. Es
bienaventurado aquel que es capaz de identificarse con la voluntad de Dios, la
justicia, sin temor a las persecuciones. Hay un cambio de sujeto, se pasa del
vosotros, a los discípulos, ellos son los llamados a sufrir por su causa, es la línea
profética que conduce al testimonio heroico.
La conclusión es motivo de gozo y alegría porque lo que ellos y la comunidad
eclesial vivirán en el futuro, ya fue experiencia de los profetas y del propio Jesús.
Es a través del Calvario, la Crus que se llega a la gloria de la exaltación en la
resurrección. Este seguimiento integral hace los discípulos no sólo bienaventurados,
sino sal que da sentido a la vida desde la difusión del Evangelio y luz porque
anuncian a Jesús, luz del mundo y en ciudad situada en la cima del monte, bien
visible, por sus obras y testimonio son anuncio de la gratuidad del amor de Dios y
alabanza de la gloria del Padre. Las bienaventuranzas son la carta magna del
cristiano que como los mandamientos de Moisés ayudan al hombre a conocer la
voluntad de Dios que lo lleva a la santidad, comunión plena de amor y
conocimiento, culmen de su vocación humana y cristiana. La gloria de todos los
santos es también nuestro destino; ellos interceden para que lleguemos a ese
estado de unión y felicidad, mientras caminamos hacia la vida eterna.