Mièrcoles 02 de Noviembre de 2011
Fieles Difuntos
Job 19,1.23-27a
Respondió Job a sus amigos: "¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá se
grabaran en cobre, con cincel de hierro y en plomo se escribieran para siempre en
la roca! Yo sé que está vivo mi Redentor, y que al final se alzará sobre el polvo:
después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios; yo mismo lo veré, y
no otro, mis propios ojos lo verán."
Salmo responsorial: 24
R/A ti, Señor, levanto mi alma.
Recuerda, Señor, que tu ternura / y tu misericordia son eternas; / acuérdate
de mí con misericordia, / por tu bondad, Señor. R.
Ensancha mi corazón oprimido / y sácame de mis tribulaciones. / Mira mis
trabajos y mis penas / y perdona todos mis pecados. R.
Guarda mi vida y líbrame, / no quede yo defraudado de haber acudido a ti. /
La inocencia y la rectitud me protegerán, / porque espero en ti. R.
Filipenses 3,20-21
Hermanos: Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un
Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el
modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
Marcos 15,33-39;16,1-6
Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta media tarde. Y,
a la media tarde, Jesús clamó con voz potente: "Eloí, Eloí, lamá sabaktaní". (Que
significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?") Algunos de los
presentes, al oírlo, decían: "Mira, está llamando a Elías." Y uno echó a correr y,
empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber,
diciendo: "Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo." Y Jesús, dando un fuerte grito,
expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba
enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: "Realmente este hombre era Hijo de
Dios."
[Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé
compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de
la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: "¿Quién nos
correrá la piedra de la entrada del sepulcro?" Al mirar, vieron que la piedra estaba
corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven
sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: "No os asustéis.
¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el
sitio donde lo pusieron."]
COMENTARIOS
Como en el día de ayer, otra vez la paradoja nos trae la novedad del Reino
de Dios. Jesús es crucificado. Una serie de signos asombrosos acompañan el relato
de su muerte. El cielo se oscurece como en Egipto antes del éxodo, las tinieblas
anuncian la liberación. El velo del templo se rasga de arriba abajo, denotando que
es la acción de Dios mismo la que rompe la distancia que la religión impuso entre el
creador y las creaturas. Lo que para el auditorio era una muestra de fracaso sería la
victoria de Jesús sobre las fuerzas históricas del mal, sus sistemas, sus medios y
sus armas.
Seguramente, ante la muerte de todos nuestros mártires, los poderes han
cantado la victoria y han celebrado el fracaso de su vida y su misión, ignorando que
con ello no sólo han firmado su propia sentencia, sino que les han propiciado la
gloria y han puesto en las manos del pueblo una bandera para proclamar con
mucha más fuerza que el amor es siempre más fuerte.
Las mujeres protagonizan la segunda escena. Son las únicas que permanecen
fieles, aun en el dolor y en peligro de ser señaladas como seguidoras de un
condenado a muerte. Para ellas estará reservada la tarea de ser las primeras
anunciadoras de la Buena Noticia de la resurrección y voceras de la continuidad de
la misión. Son las oprimidas e invisibilizadas de la historia, cuyo testimonio no
cuenta para la sociedad; son las encargadas de transmitir la noticia de la
resurrección de Jesús.
Juan Alarcón, s.j..
(Extracto de servicios KOINONÍA)