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VII semana de Pascua (Año Par)
Viernes
Jn 21, 15-19
(Cfr. Juan Pablo II Audiencia general miércoles 9 de diciembre de 1992)
Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas . Las palabras: “Apacienta mis
ovejas” manifiestan la intención de Jesús de asegurar el futuro de la Iglesia
fundada por Él, bajo la guía de un pastor universal, o sea Pedro, al que dijo que,
por su gracia, sería “piedra” y tendría las “llaves del reino de los cielos”, con el
poder de “atar y desatar”. Jesús, después de su resurrección, da una forma
concreta al anuncio y a la promesa de Cesarea de Filipo, instituyendo la autoridad
de Pedro como ministerio pastoral de la Iglesia, con una dimensión universal.
El “Apacienta mis corderos”, “Apacienta mis ovejas”, que hemos escuchado en
el Evangelio de hoy, es como una prolongación de la misión de Jesús, que dijo de sí
mismo: “Yo soy el buen pastor” (Jn 10, 11). Jesús, que participó a Simón su calidad
de “piedra”, le comunica también su misión de “pastor”. Es una comunicación que
implica una comunión intima, que se manifiesta también en la formulación de
Jesús: “Apacienta mis corderos... mis ovejas”; de la misma forma que había ya
dicho: “Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16, 18). Por tanto, la Iglesia es
propiedad de Cristo, no de Pedro.
Corderos y ovejas pertenecen a Cristo, y a nadie más. Le pertenecen como a
“buen Pastor”, que “da su vida por las ovejas” (Jn 10, 11). Pedro debe ejercer el
ministerio pastoral con respecto a los redimidos “con la sangre preciosa de Cristo”
(1 P 1, 19).
Así es claro el contenido de este servicio: como el pastor guía a las ovejas
hacia lugares en que pueden encontrar alimento y seguridad, así el pastor de las
almas debe ofrecerles el alimento de la palabra de Dios y de su santa voluntad (cf.
Jn 4, 34), asegurando la unidad de la grey y defendiéndola de toda incursión hostil.
Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a
sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de
Dios, de la palabra de Dios; el alimento de su presencia, que él nos da en el
Santísimo Sacramento. Roguemos unos por otros para que sea el Señor quien nos
lleve y nosotros aprendamos a llevarnos unos a otros.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)