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X semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Lunes
Mt 5, 1-12
Dichosos los pobres de espíritu.. . La página del evangelio del día de hoy nos
presenta las bienaventuranzas, que “dibujan el rostro de Jesucristo y describen su
caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su
Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes características de la vida
cristiana; son promesas paradójicas que sostienen la esperanza en las
tribulaciones; anuncian a los discípulos las bendiciones y las recompensas ya
incoadas; quedan inauguradas en la vida de la Virgen María y de todos los santos”
(CIgC 1717).
Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad. Este deseo es
de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia
El, el único que lo puede satisfacer: Ciertamente todos nosotros queremos vivir
felices, y en el género humano no hay nadie que no dé su asentimiento a esta
proposición incluso antes de que sea plenamente enunciada. (S. Agustín, mor. eccl.
1, 3, 4) (CIgC 1718).
San Agustín se preguntaba: ¿Cómo es, Señor, que yo te busco? Porque al
buscarte, Dios mío, busco la vida feliz, haz que te busque para que viva mi alma,
porque mi cuerpo vive de mi alma y mi alma vive de ti. (S. Agustín, conf. 10,
20.29).
Las bienaventuranzas descubren la meta de la existencia humana, el fin último
de los actos humanos: Dios nos llama a su propia bienaventuranza. Esta vocación
se dirige a cada uno personalmente, pero también al conjunto de la Iglesia, pueblo
nuevo de los que han acogido la promesa y viven de ella en la fe (CIgC 1719).
La alegría de estar dentro del amor de Dios comienza ya aquí abajo. Es la
alegría del Reino de Dios. Pero es una alegría concedida a lo largo de un camino
escarpado, que requiere una confianza total en el Padre y en el Hijo, y dar una
preferencia a las cosas del Reino. El mensaje de Jesús promete ante todo la alegría,
esa alegría exigente: “Dichosos ustedes los pobres, porque el Reino de los cielos es
de ustedes. Dichosos ustedes lo que ahora pasan hambre, porque quedarán
saciados. Dichosos ustedes, los que ahora lloran, porque reirán” (Lc 6,20-21).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)