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X semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Miércoles
Mt 5, 17-19
No he venido a abolir la ley, sino a darle plenitud . La página evangélica de hoy
nos habla del cumplimiento de la ley por parte de Cristo. Él afirma que no ha venido
a abolir la ley antigua, sino a darle plenitud. Con el envío del Espíritu Santo,
grabará la ley en el corazón de los creyentes, es decir, en el lugar de las opciones
personales y responsables. Con ese espíritu se podrá aceptar la ley no como orden
externa, sino como opción interior. La ley promulgada por Cristo es, por tanto, una
ley de “santidad” (cf. Mt 5, 48), es la ley suprema del amor (cf. Jn 15, 9-12).
La Veritatis splendor 15, 2 afirma que Jesús lleva a cumplimiento los
mandamientos de Dios, “en particular el mandamiento del amor al prójimo”,
interiorizando y radicalizando sus exigencias: el amor al prójimo brota de un
corazón que ama y que, precisamente porque ama, está dispuesto a vivir las
mayores exigencias.
Jesús muestra que los mandamientos no deben ser entendidos como un límite
mínimo que no hay que sobrepasar, sino como una senda abierta para un camino
moral y espiritual de perfección, cuyo impulso interior es el amor (cf. Col 3, 14).
Así, el mandamiento “No matarás”, se transforma en la llamada a un amor
solícito que tutela e impulsa la vida del prójimo; el precepto que prohíbe el
adulterio, se convierte en la invitación a una mirada pura, capaz de respetar el
significado esponsal del cuerpo: “Han oído que se dijo a los antepasados: No
matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo les digo: Todo aquel
que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal... Han oído que se
dijo: No cometerás adulterio. Pues yo les digo: Todo el que mira a una mujer
deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón» (Mt 5, 21-22. 27-28).
Jesús mismo es el “cumplimiento” vivo de la Ley, ya que él realiza su auténtico
significado con el don total de sí mismo; él mismo se hace Ley viviente y personal,
que invita a su seguimiento, da, mediante el Espíritu, la gracia de compartir su
misma vida y su amor, e infunde la fuerza para dar testimonio del amor en las
decisiones y en las obras (cf. Jn 13, 34-35).
Y en el 18 3, dice que “Los mandamientos (…) están al servicio de una única e
indivisible caridad, que espontáneamente tiende a la perfección, cuya medida es
Dios mismo: “Ustedes, pues, sean perfectos como es perfecto su Padre celestial”
( Mt 5, 48). En el evangelio de Lucas, Jesús precisa aún más el sentido de esta
perfección: “Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso” ( Lc 6, 36).
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Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)