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SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
11 de junio
Después del tiempo pascual, que culminó en la fiesta de Pentecostés, la liturgia prevé
estas tres solemnidades del Señor:
1) la Santísima Trinidad : misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el
misterio de Dios en sí mismo. Es la fuente de todos los otros misterios de la fe.
Es la enseanza más fundamental y esencial en la “jerarquía de las verdades
de fe”. “Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del
camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el
pecado, y se une con ellos”.» (CIgC 234)
2) el Corpus Christi : el sacramento de la Eucaristía: misterio del Cuerpo
entregado y la Sangre derramada de Jesús para la vida del mundo, ilumina de
manera muy particular el ministerio de los sacerdotes. En esta Solemnidad, la
mirada de los creyentes se concentra en el Sacramento, donde Cristo se nos
da totalmente a sí mismo: cuerpo, sangre, alma y divinidad. Por eso siempre
ha sido considerado el más santo: el “santísimo Sacramento”, memorial vivo
del sacrificio redentor.
3) y Hoy la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús , a los 111 años de la
consagración del género humano al Corazón de Jesús. En el Corazón de Jesús
se manifiesta el misterio del amor de Dios, que, por la encarnación del Hijo
eterno, nos ama también con un corazón humano. Con esta celebración del
Sagrado Corazón de Jesús nos disponemos a culminar en la Iglesia el Año
Sacerdotal , proclamado con ocasión de la celebración del ciento cincuenta
aniversario de la muerte de Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars.
El Corazón de Cristo es el símbolo de la fe cristiana particularmente apreciado tanto
por el pueblo como por los místicos y teólogos, porque expresa de modo sencillo y
auténtico la “buena nueva” del amor, resumiendo en sí el misterio de la Encarnacin y de
la Redención. El Corazón de Cristo es la sede universal de la comunión con Dios Padre, es
la sede del Espíritu Santo. Para conocer a Dios, es preciso conocer a Jesús y vivir en
sintonía con su Corazón, amando, como él, a Dios y al prójimo.
Al corazón de Jesús lo vemos en las iconografías como Horno ardiente, “Horno de
caridad”. El horno arde. Al arder, quema todo lo material, sea lea u otra sustancia
fácilmente combustible.
El Corazón de Jesús, el Corazón humano de Jesús, quema con el amor que lo colma.
Y éste es el amor al Eterno Padre y el amor a los hombres: a las hijas y los hijos
adoptivos.
El horno, quemando, poco a poco se apaga. El Corazón de Jesús, en cambio, es
horno inextinguible. En esto se parece a la “zarza ardiente” del libro del Éxodo, en la que
Dios se reveló a Moisés. La zarza que ardía con el fuego, pero... no se “consumía” (Ex 3,
2).
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Efectivamente, el amor que arde en el Corazón de Jesús es sobre todo el Espíritu
Santo, en el que Dios-Hijo se une eternamente al Padre. El Corazón de Jesús, el Corazón
humano de Dios-Hombre, está abrazado por la “llama viva”, del Amor trinitario, que jamás
se extingue.
Corazón de Jesús - horno ardiente de caridad. El horno, mientras arde, ilumina las
tinieblas de la noche y calienta los cuerpos de los peregrinos ateridos.
Desde aquí podemos preguntarnos: ¿Qué es lo que determina la plenitud del
corazón? ¿Cuándo podemos decir que el corazón está pleno? ¿De qué está lleno el
Corazón de Jesús?
Está lleno de amor. El amor decide sobre esta plenitud del corazón del Hijo de Dios, a
la que nos dirigimos hoy en esta Solemnidad del amor de Dios por el hombre.
El corazón de Jesús, es un Corazón lleno de amor del Padre: lleno al modo divino y al
mismo tiempo humano. En efecto, el Corazón de Jesús es verdaderamente el corazón
humano de Dios-Hijo. Está, pues, lleno de amor filial: todo lo que Él ha hecho y dicho en
la tierra da testimonio precisamente de ese amor filial.
Al mismo tiempo el amor filial del Corazón de Jesús ha revelado y revela
continuamente al mundo el amor del Padre. El Padre, en efecto, estos son los
sentimientos del Buen Pastor, que da la vida por las ovejas: “tanto am al mundo, que le
dio su unigénito Hijo” (Jn 3, 16) para la salvacin del mundo; para la salvacin del
hombre, para que él “no perezca, sino que tenga la vida eterna” (Ibidem).
El Corazón de Jesús está por tanto lleno de amor al hombre. Está lleno de amor a la
creatura. Lleno de amor al mundo. ¡Está totalmente lleno!, como constatamos en la
Palabra de Dios que hemos escuchado.
Esa plenitud no se agota nunca. Cuando la humanidad gasta los recursos materiales
de la tierra, del agua, del aire, estos recursos disminuyen, y poco a poco se acaban.
Se habla mucho de este tema relativo a la explotación acelerada de dichos recursos
que se lleva a cabo en nuestros días. De aquí derivan advertencias tales como: “No
explotar sobre medida”. Muy distinto sucede con el amor. Todo lo contrario sucede con la
plenitud del Corazón de Jesús.
No se agota nunca, ni se agotará jamás. De esta plenitud todos recibimos gracia
sobre gracia. Sólo es necesario que se dilate la medida de nuestro corazón, nuestra
disponibilidad para sacar de esa sobreabundancia de amor.
Precisamente para esto, mañana nos uniremos al Corazón de María, al conmemorar
su Inmaculado Corazón. Este corazón es el que más se asemeja al de Cristo: el corazón
de la Madre inmaculada, y precisamente por eso la liturgia los propone muy juntos a
nuestra veneración.
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Roguemos a la Madre del Verbo Eterno, para que en el horizonte de la vida de cada
una y de cada uno de nosotros no cese nunca de arder el Corazón de Jesús - horno
ardiente de caridad. Para que Él nos revele el Amor que no se extingue ni se deteriora
jamás, el Amor que es eterno. Para que ilumine las tinieblas de la noche terrena y caliente
los corazones.
¡Cuánto se alegra la Iglesia por el hecho de que en este Corazón divino se enciendan
de amor los corazones humanos! Cuánto se alegra hoy porque en este amor se enciende
el corazón del los hijos de María, que peregrinamos en esta Ciudad, en esta parroquia!
Dándole las gracias por el único amor capaz de transformar el mundo y la vida
humana, nos dirigimos desde el Corazón Inmaculado de María, al Corazón Divino que no
cesa de ser "horno ardiente de caridad". Ardiente: como la "zarza" que Moisés vio al pie
del monte Horeb.
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ACTO DE CONFIANZA
¡Oh Corazón de Jesús!
Pongo toda mi confianza en Ti.
De mi debilidad todo lo temo,
pero todo lo espero de tu bondad.
A tu Corazón confío... (Petición).
¡Jesús mío!, yo cuento contigo,
me fío de Ti, descanso en Ti.
¡Estoy seguro en tu Corazón!
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)