Viernes 04 de Noviembre de 2011
Viernes 31ª semana de tiempo ordinario 2011
Romanos 15,14-21
Respecto a vosotros, hermanos, yo personalmente estoy convencido de que
rebosáis de buena voluntad y de que os sobra saber para aconsejaros unos a otros.
A pesar de eso, para traeros a la memoria lo que ya sabéis, os he escrito, a veces
propasándome un poco. Me da pie el don recibido de Dios, que me hace ministro de
Cristo Jesús para con los gentiles: mi acción sacra consiste en anunciar el Evangelio
de Dios, para que la ofrenda de los gentiles, consagrada por el Espíritu Santo,
agrade a Dios.
En Cristo Jesús estoy orgulloso de mi trabajo por Dios. Sería presunción
hablar de algo que no fuera lo que Cristo hace por mi medio para que los gentiles
respondan a la fe, con mis palabras y acciones, con la fuerza de señales y
prodigios, con la fuerza del Espíritu de Dios. Tanto, que en todas direcciones, a
partir de Jerusalén y llegando hasta la Iliria, lo he dejado todo lleno del Evangelio
de Cristo. Eso sí, para mí es cuestión de amor propio no anunciar el Evangelio más
que donde no se ha pronunciado aún el nombre de Cristo; en vez de construir sobre
cimiento ajeno, hago lo que dice la Escritura: "Los que no tenían noticia lo verán,
los que no habían oído hablar comprenderán."
Salmo responsorial: 97
R/El Señor revela a las naciones su victoria.
Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas: / su diestra
le ha dado la victoria, / su santo brazo. $R
El Señor da a conocer su victoria, / revela a las naciones su justicia: / se
acordó de su misericordia y su fidelidad / en favor de la casa de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado / la victoria de nuestro Dios. /
Aclamad al Señor, tierra entera; / gritad, vitoread, tocad. R.
Lucas 16,1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Un hombre rico tenía un
administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo
llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu
gestión, porque quedas despedido."
El administrador se puso a echar sus cálculos: "¿Qué voy a hacer ahora que
mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da
vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la
administración, encuentre quien me reciba en su casa." Fue llamando uno a uno a
los deudores de su amo dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?" Éste
respondió: "Cien barriles de aceite." Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate
y escribe cincuenta." Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" Él contestó: "Cien
fanegas de trigo." Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta." Y el amo felicitó al
administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los
hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz."
COMENTARIOS
Hay muchas interpretaciones sobre este texto. Algunos dicen que en realidad
el administrador es acusado por ejercer una economía alternativa, revolucionaria,
del Reino, y que, para asegurarse dónde vivir (signo de que no había acumulado
bienes), rebaja de la cuenta de los mayoristas arrendatarios de su amo un
porcentaje de lo que le correspondía de comisión. Por eso es alabado.
De cualquier forma, la frase final de Jesús nos provoca: Los hijos de este
mundo son más astutos que los hijos de la luz. ¿Qué astucia nos reclama Jesús?
¿Será la sensatez de vivir y asumir radicalmente hasta las últimas consecuencias la
fe que profesamos, con la misma intensidad de los que buscan el dinero para sí, sin
importarles sus hermanos?
Urge actuar con la misma resolución y previsión poniendo todas nuestras
capacidades, nuestros bienes, nuestra intuición y creatividad al servicio de la
dinámica del reino. Con mansedumbre y astucia. Sin ingenuidad.
Juan Alarcón, s.j..
(Extracto de servicios KOINONÍA)