Domingo XXXII del Tiempo Ordinario Ciclo A
Padre Emilio Betancur Múnera
DUEÑOS DE LA MUERTE
El libro de la sabiduría es, con mayor énfasis que otros, el libro de la fe de Israel,
por tratarse de las responsabilidades del hebreo con Yahvé y con los hermanos, la
Alianza. La Alianza es la piedra angular de Israel.
Que este libro se llame “de la sabiduría de Salomn” no indica necesariamente que
Salomón, el hijo de David, sea su autor dado que no está en hebreo sino en griego
y fue escrito por un autor anónimo en Alejandría de Egipto, solo unos 50 años antes
del nacimiento de Jesús.
El autor, quizás un rey, quiere ofrecer la sabiduría como el don más valioso del
mundo. El autor se dirige a gobernantes que tienen la responsabilidad del gobierno
y requieren de discernimiento, asistiendo a la escuela de sabiduría para tener un
mejor conocimiento de los gobernados y la historia. Son reflexiones alimentadas de
experiencia (sabiduría humana). El autor del libro es él al mismo tiempo un
creyente para quien la sabiduría está en la palabra Dios, es decir, es Dios mismo.
La sabiduría es al final una reflexin mística sobre Dios: “La sabiduría es
resplandeciente por ser reflejo de la gloria del todo poderoso, reflejo de la luz
eterna, espejo de la accin de Dios e imagen de su bondad” (Sab 4,25-26), “la
noche precede a la luz pero el mal no estará nunca sobre la sabiduría” (Sab 7,29-
30), “hay que buscarla desde la juventud para hacerla esposa y convertirse en
amante de su belleza” (Sab 8,2). Siendo tan necesaria y bella, ¿Dnde está para
buscarla? Con facilidad la contemplan quienes la aman y la encuentran quienes la
buscan (1ra lectura de hoy).
LUGAR DE LA SABIDURÍA
Entonces para encontrarla no se requiere de dinero, méritos, esfuerzos, ni
condiciones sociales o profesionales.
¿Pero dónde está? No está distante pero hay que acercarla: “Hay que madrugar sin
fatiga y la encontraremos sentada a la puerta de la alcoba, pero hay que darle
primacía en el pensamiento y desvelarse por ella más que por las preocupaciones”.
El evangelio de Mateo acentúa lo mismo: quien pide recibe, quien busca encuentra
y a quien toca se la abrirá (Mt 7,7-9).
La experiencia del creyente de la sabiduría consiste en “invocarla para que el
Espíritu de sabiduría llegue al corazón. La oración nos hace dignos de la sabiduría.
QUIÉN ES LA SABIDURÍA
Pablo identifica la sabiduría con la cruz. Mientras que los judíos piden milagros y los
griegos buscan el saber, nosotros proclamamos a un Mesías crucificado: para los
judíos ¡que es escándalo! Y para los griegos ¡que es locura! Pero para los que Dios
ha llamado judíos o griegos, este Mesías (crucificado) es fuerza de Dios y sabiduría
de Dios (1 Cor 22-24).
El anhelo de la cruz como sabiduría lo inspira y canta el salmista así: “Seor mi
alma tiene sed de ti” (la cruz).
Señor tu eres mi Dios, a ti te busco, en la cruz, de tu cruz está sedienta mi alma,
todo mi ser te añora, como el suelo reseco espera el agua (la cruz). Es mejor tu
cruz que mi existencia, siempre Señor, tu cruz la alabarán mis labios, de lo mejor,
la cruz, se saciará mi alma y te alabarán jubilosos mis labios” (Sal 62).
Esta lectura paulina del Salmo, unida a la segunda lectura tiene como fin “mantener
viva la esperanza por lo que ha pasado con nuestros fieles y difuntos: “si creemos
que Jesús murió y resucitó, de igual manera debemos creer que a los que mueren
en Jesús, Dios los llevará con Él”.
NO SOMOS DE LA MUERTE
La liturgia de hoy es un eco de la fiesta de todos los santos y difuntos celebrada el
primero y dos de noviembre. Consuélense pues unos a otros con estas fiestas y
sembremos en el corazn las palabras de Pablo: “Estimo que los sufrimientos del
tiempo presente no tienen proporción con la gloria que se ha de revelar en
nosotros. La humanidad aguarda expectante a que se revelen los hijos de Dios…
Sabemos que hasta ahora la humanidad entera está gimiendo con dolores de parto,
y no solo ella también nosotros que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos
por dentro aguardando la condición filial, el rescate de nuestro cuerpo, con esta
esperanza nos han salvado” (Rom 8,17-23). “Por esto no podemos acobardarnos: si
nuestro exterior se va deshaciendo, nuestro interior se va renovando día a día” (2
Cor 4,16) y para que no tengamos la menor duda: “nosotros, en cambio, somos
ciudadanos del cielo, de donde esperamos recibir al Señor Jesucristo, el cual
transformará nuestro cuerpo humilde en la forma de su cuerpo glorioso con la
eficacia con que puede someterse todo” (Filp 3,20-21) siendo así las cosas, la
muerte no es propietaria de nuestra vida, somos nosotros los dueños de la muerte.
No importa tener que morir si Cristo a quien pertenecemos por el bautismo, ha
muerto, “si hemos muerto con él, también viviremos con él” (2 Tim 2,11).
PROCESIÓN AL REINO
Las jóvenes que hacen parte de la procesión nupcial, normalmente esperaban en la
casa de la novia y no en algún lugar del camino. Son diez mujeres jóvenes quienes
desean participar en la cena de nupcias de las cuales sólo cinco son admitidas,
mientras las otras cinco se pierden la fiesta intentando prepararse a lo último.
Cuando venga el Señor sólo los discípulos que lo han seguido estarán listos para
entrar en el Reino.
Aunque no podamos dudar debemos aprender a vigilar, porque no sabemos ni el
día ni la hora en que vendrá el esposo, será el acontecimiento del “Hijo del
hombre”, “El Reino de los cielos a diez jvenes que tomando sus lámparas salieron
al encuentro del esposo”.
Así será nuestro viaje al Reino de los cielos como una noche de bodas. Tratándose
de una parábola lo que cuenta es el final más que los detalles del relato (alegoría),
y el final es “estad preparados…”, pero ya hemos sido invitados a la fiesta del cielo,
lo que importa ahora es ser previsivos, no irnos a descuidar. La previsión depende
del aceite que tengamos, la imprevisión es la falta de aceite de repuesto.
NUESTRA LÁMPARA
Es explicita que por aconteceres y dificultades de la vida nos podamos dormir sin
tener cuidado con el aceite de la fe. Sometiéndonos a un susto con la llegada
inesperada del esposo teniendo que pedir aceite y sin poder comprar la fe que nos
falta “porque nuestras lámparas se están apagando”. La vida personal y social
puede construirse, según otra parábola sobre la roca de la fe o sobre arena, al final
sólo una vida resiste la otra se derrumba, todo depende de la Palabra en que se
fundamenta la construcción de la vida, la palabra de Dios o la palabra humana.
“Todos los que entiendan la palabra de Dios en Jesucristo pueden compararse al
que edificó sobre la roca. Volviendo a las parábolas de las jóvenes, Jesús no nos
reconocerá si por la fe no hemos sido luz del mundo, si ha faltado el aceite de la
palabra que es la fe. El Salmo 119 define la palabra como “una lámpara para mis
pasos”.
¿QUÉ ES VIGILAR?
La falta de reconocimiento no es una condenación sino un llamado de atención
porque aún nos falta mayor preparación para el Reino, habrá que esperar hasta
estar en comunión con Jesús: “mi vivir es Cristo” decía Pablo; “tengan los mismos
sentimientos de Jesús”. Vigilar es procurar tener estos sentimiento, vigilar es tener
mayor cuidado con la palabra predicada y escuchada, vigilar es dejarnos querer por
Dios para querer con este amor a los hermanos, vigilar es dejar a Dios ser Dios en
nuestra vida y comportarnos como criaturas de Dios y hermanos en Jesucristo;
vigilar es mantener en el corazón la palabra con una ecología (cuidado) interior,
oración, palabra, sacramentos y una ecología exterior la ascética de los sentidos.
Toda celebración litúrgica es un ensayo general de la procesión que nos llevara
hasta introducirnos en el salón de bodas del Reino de los cielos. Quienes nos han
precedido en la muerte también se preparan, con nosotros y como nosotros. Están
en la puerta a la espera de la señal, que dará la voz del arcángel, la cual abrirá las
puertas del salón de bodas llamado cielo.
Esta es la sabiduría que se vislumbraba en la primera lectura se realiza en la cruz
(segunda lectura) y nos conduce hacia el Reino. Sabiduría, cruz y Reino (cielo)
requieren vigilancia.
Hay una variación de la parábola de las jóvenes sensatas y descuidadas que nos
podría ayudar a gustar este evangelio “la coral del vigía” de Juan Sebastián Bach.
Sabiduría 6,12-16
La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la
encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean.
Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta. en ella es
prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones;
misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por
los caminos y les sale al paso en cada pensamiento.
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Salmo 62, 2. 3-4. 5-6. 7-8
R- Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Oh Dios, tu eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne
tiene ansía de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. R.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloría! Tu gracia vale
más que la vida, te alabarán mis labios. R.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de
enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. R.
En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la
sombra de tus alas canto con júbilo. R.
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Primera Tesalonicenses 4, 13-17
Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os
aflijáis como los hombres sin esperanza.
Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han
muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.
Esto es lo que os decimos como palabra del Señor:
Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, no
aventajaremos a los difuntos.
Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la
trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer
lugar.
Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube,
al encuentro del Señor, en el aire.
Y así estaremos siempre con el Señor.
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
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Aleluya Mt 24, 42a. 44
Estad en vela y preparados, porque a la hora que menos pensáis viene el Hijo del
hombre.
EVANGELIO
¡ Que llega el esposo, salid a recibirlo!
Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 1-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y
salieron a esperar al esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas.
Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se
llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz:
¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!
Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus
lámparas.
Y las necias dijeron a las sensatas:
"Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas. "
Pero las sensatas contestaron:
"Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la
tienda y os lo compréis."
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron
con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo:
"Señor, señor, ábrenos."
Pero él respondió:
"Os lo aseguro: no os conozco.
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»