XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
DOMINGO
Lecturas:
a.- Sab. 6,12-16: Encuentran la sabiduría los que la buscan.
Esta lectura nos presenta la sabiduría, como una joven, muy hermosa; la
sabiduría, bella, atrayente, radiante como mujer que no pierde sus encantos. Las
miradas de los hombres se sienten atraídas por ella, los que la aman la pueden
contemplar, y los que la desean la encuentran. Pero ella se adelanta, para darse a
los que le desean “Pues ella misma va por todas partes buscando a los que son
dignos de ella: se les muestra benévola en los caminos y les sale al encuentro en
todos sus pensamientos. Pues su comienzo es el deseo más verdadero de
instrucción, la preocupación por la instrucción es el amor” (vv. 16-17; Ct. 2,3).
Sabio será quien ame la sabiduría, la encuentra y la acoge en su casa. Este
dinamismo es un preludio de la gracia divina, puesto que toma la iniciativa, y viene
al encuentro del hombre (cfr. Jn. 6, 44; 1 Jn. 4,10; Fil. 2,13). Es fundamental, en
esta dinámica el esfuerzo, es decir, salir al encuentro de la sabiduría, quien lo haga
la encontrará esperando a su puerta. La sabiduría divina, se manifiesta en sus
obras, para que el hombre la contemple en toda su belleza, camino de las
realidades invisibles. Se manifiesta en el orden del universo, la luz de la verdad, el
testimonio de los justos, con la prosperidad y la adversidad. Extiende su poder con
una providencia solícita por todos (cfr. Ap. 3,20). Acto de prudencia es pensar en
desearla, el que la alcanza, posee ya la paz y quietud. La sabiduría viene el
encuentro de quienes la buscan con sinceridad y disposición interior son dignos de
poseerla. Este proceder anuncia el actuar de Jesucristo, sabiduría eterna, que vino
a nosotros en su misterio de la Encarnación para estar con los hombres (cfr. Jn. 1,
14. 18).
b.- 1Tes. 4,13-18: A los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con él.
El apóstol Pablo, hace una breve, pero fundamental catequesis sobre la parusía, es
decir, la venida del Señor, esto para que en los cristianos, no decaiga la esperanza
en ese regreso del Señor. Lo que sucedía es que muchos que creyeron en el
mensaje de Cristo, habían muerto, después de la ida de Pablo, y los suyos querían
saber sobre su destino. Nadie sabía, ni siquiera el apóstol, si la parusía, era
inmanente o habría que salir esperando: “En lo que se refiere al tiempo y al
momento, hermanos, no tenéis necesidad que os escriba. Vosotros mismos sabéis
perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche.”
(1Tes. 5, 1-2). Todas las generaciones, incluida la de Pablo, pensaron que estaban
en el momento de la consumación final. Lo importante, es que pasados tantos
siglos, mantenemos la esperanza cristiana pensando en su consumación final,
cuando sea, en forma inesperada, empujada por la fuerza del Reino de Dios en la
historia, florecida por la predicación del evangelio en todas partes del mundo. Si
hay cristianos, hay esperanza de vida eterna, y deseo de la parusía, posesión exige
el amor. Los cristianos de hoy, deben estar siempre atentos, en un clima de
inseguridad como el de hoy, unidos a Cristo por la fe, la esperanza y caridad,
camino directo, para recibir continuamente la salvación que Cristo, nos consiguió
con su muerte y resurrección (cfr. 1Tes. 5, 1-11). Todos los que creyeron en su
misterio pascual de muerte y resurrección, serán llevados con EL, cuando Jesús
venga a la final de los tiempos. Participarán de la vida nueva de resucitados en el
Reino de Dios, porque unidos a ÉL en esta vida, habiendo compartido su cruz
ahora, se les abrirán las puertas de la vida eterna. Importante la insistencia con
que el apóstol Pablo señala que es palabra del Señor (v. 15), acudiendo de algún
modo, a la autoridad del Señor, para confirmar cuanto enseña. El día del Juicio
final, cuando venga el Señor, primero resucitarán los que murieron en Cristo, y los
que estén vivos, serán arrebatados en la nube para encontrarse con Jesús. Mientras
llega Cristo Jesús, el apóstol les exhorta a vivir su fe entretejida todo con los
compromisos familiares y laborales.
c.- Mt. 25, 1-13: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!
El evangelio, nos propone la actitud de las vírgenes prudentes que es la de una
fidelidad, en tensión amorosa y esperanza activa. La vigilancia, que no es
pasividad, sino espera personal, trabajando por el Reino de Dios. La alegoría es
como sigue: las bodas del Esposo son la entrada al Reino de Dios; el novio es
Cristo, que viene; las diez vírgenes representa a la comunidad eclesial que espera;
la llegada de repente, es la venida imprevisible de Cristo como Juez; la admisión o
rechazo de las jóvenes, es la sentencia de admisión al banquete o condena en el
juicio final. La parábola, termina con esta enseanza: “Velad, pues, porque no
sabéis ni el día ni la hora” (v. 13). Llamada de atención a estar preparados, a la
venida del Señor, donde es necesario haber mantenido encendida la lámpara de la
fe, de la esperanza y de la caridad, para salir al encuentro del Esposo. La negativa
de las jóvenes prudentes, a compartir su aceite con aquellas que les falta, y la
puerta que no abre el Esposo a las que quedaron fuera, son una llamada a la
responsabilidad. El evangelista, lo que quiere acentuar, con estos detalles es la
irrenunciable responsabilidad personal del cristiano, en ese momento decisivo en su
proceso de coronar su vida cristiana. Por no haberse preparado para ese encuentro,
permanecerán fuera del banquete. La clave de comprensión está en la lámpara
encendida, imagen de la previsión y vigilancia, actitudes que nacen de lo interior
del creyente que vive su fe. Esta vida teologal, o se tiene o no se tiene, se aumenta
con el ejercicio de la fe, esperanza y caridad, pero no se puede prestar, o sustituir
por nada. Este es un caso de falta de previsión, negligencia irreparable, como
sucede en la vida cotidiana. La fe es la respuesta personal a Dios, un compromiso
que se tiene o se carece de él, pero que es insustituible en el caso de la vigilancia
activa de amor cristiano. Las vírgenes prudentes, compenetradas de sabiduría
cristiana que hay en sus vidas, aprenden los valores del Reino, y con ellos
disciernen el paso de Dios, en los signos que deja en la sociedad. Es la sabiduría
cristiana en acción de comprender, el sentido íntimo de la realidad que se vive a
nivel personal, familiar, en la sociedad, y descubrirlo como reflexión serena y ruta
a seguir, para quien cree espera y ama. Hay muchos cristianos cuya lámpara se
apagó hace rato, para otros su luz es débil. Ahí es donde se necesita esta sabiduría
que viene del Espíritu de Dios, para discernir los signos de los tiempos, una
sabiduría previsora, sagaz, astuta, que está preparada para responder y cuestionar
al necio y superfluo que sirve al dinero y a su egoísmo. Hay quienes que al final de
su vida, no han tenido fe y la muerte es su peor infierno, o en el peor de los casos,
permanecen indiferentes ante la nada. El autentico cristino, sabe que su luz
comenzó a brillar el día de su bautismo, ha alimentado su lámpara con el amor y la
fidelidad, vestida de esperanza teologal y de fe, para que en el momento de la
venida, no sólo pueda salir al encuentro del Señor Jesús, sino que además pueda
entrar en el banquete de las bodas del Cordero, con toda la humanidad redimida y
preparada para ello. La participación en la Eucaristía, es anticipo del banquete
eterno, memorial de la cena del Señor, y gozoso anuncio de su muerte y
resurreccin hasta que vuelva. Mientras tanto, el “!Ven, Seor Jesús¡ ”, debe
resonar desde lo interior del cristiano que celebra en la comunidad eclesial su fe,
hasta lo vea cumplido en la gloria eterna.
Santa Teresa de Jesús, nos enseña que la fidelidad, fruto de la oración, diálogo de
amor con el Esposo Cristo, hace de nuestra espera un trabajo serio y responsable.
“Como los ve presentes y con gana de servir, y tiene ya entendido para lo que es
cada uno, reparte los oficios como ve las fuerzas, y si no estuviesen presentes no le
daría nada ni mandaría en qué sirviesen. Así que, hermanas, oración mental, y
quien ésta no pudiere, vocal y lección y coloquios con Dios, como después diré. No
se deje las horas de oración que todas, no sabe cuándo llamará el Esposo no
acaezca como a las vírgenes locas y la querrá dar más trabajo disfrazado con
gusto; si no, entiendan no son para ello y que les conviene aquello y aquí entra el
merecer con la humildad creyendo con verdad que aun para lo que hacen no son ,
andar alegres sirviendo en lo que les mandan, como he dicho.” (CV 18,4).