1
XI semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Sábado
Mt 6, 24-34
No se preocupen por el día de mañana , porque como también dice el libro de
los Proverbios: “Del Señor dependen los pasos del hombre: ¿como puede el hombre
comprender su camino?” (Pro 20, 24). Y san Pablo enuncia también este principio
consolador: “En todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman” (Rm
8, 28).
¿Cuál debe ser nuestra actitud frente a esta providente acción divina? Desde
luego, no debemos esperar pasivamente lo que nos manda, sino colaborar con él,
para que lleve a cumplimiento lo que ha comenzado a realizar en nosotros.
Debemos ser solícitos sobre todo en la búsqueda de los bienes celestiales. Estos
deben ocupar el primer lugar, como nos pide Jesús: “Buscad primero el reino de
Dios y su justicia” (Mt 6, 33). Los demás bienes no deben ser objeto de
preocupaciones excesivas, porque nuestro Padre celestial conoce cuales son
nuestras necesidades; nos lo enseña Jesús cuando exhorta a sus discípulos a “un
abandono filial en la providencia del Padre celestial que cuida de las más pequeñas
necesidades de sus hijos” (CIgC 305): “Ustedes no anden buscando qué comer ni
qué beber, y no estén inquietos. Que por todas esas cosas se afanan las gentes del
mundo, y ya sabe su Padre que tienen de ellas necesidad” (Lc 12, 29-30).
La certeza del amor de Dios nos lleva a confiar en su providencia paterna
incluso en los momentos más difíciles de la existencia. Santa Teresa de Jesús
expresa admirablemente esta plena confianza en Dios Padre providente, incluso en
medio de las adversidades: “Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa. Dios no
se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios
basta” (Poesías, 30).
Jesucristo nos enseña a poner en Dios una inmensa confianza, incluso en los
momentos más difíciles. Jesús clavado en la cruz, se abandona totalmente al Padre:
“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46). Con esta actitud, eleva a
un nivel sublime lo que Job había sintetizado en las conocidas palabras: “El Señor
me lo dio; el Señor me lo quitó; bendito sea el nombre del Señor” (Jb 1, 21).
Incluso lo que, desde un punto de vista humano, es una desgracia puede entrar en
el gran proyecto de amor infinito con el que el Padre provee a nuestra salvación.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)