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XII semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Miércoles
Mt 7, 15-20
Por sus frutos los conocerán . “Todo árbol bueno -dice Jesús- da frutos buenos
y todo árbol malo da frutos malos” (Mt 7, 17). El Señor hablaba de cómo podrían
reconocerse a los verdaderos de los falsos discípulos: el pecado, el mal en el
hombre, las obras de las tinieblas, hacen a los hombres malos seguidores de Jesús,
el bien, la gracia y las buenas obras hacen del discípulo de Jesús un buen árbol.
Santo Tomás de Aquino enseña que del mismo modo que en cada acto
moralmente bueno el hombre como tal se hace mejor, así también en cada acto
moralmente malo el hombre como tal se hace peor (cf. I-II q.55, a. 3; q. 63, a. 2).
El pecado, pues, destruye en el hombre ese bien que es esencialmente humano, en
cierto sentido „quita‟ al hombre ese bien que le es propio, „usurpa‟ al hombre a sí
mismo. En este sentido, “quien comete pecado es esclavo del pecado”, como afirma
Jesús en el Evangelio de san Juan (Jn 8, 34): el verdadero bien es eliminado por el
pecado en favor de un bien „aparente‟, que no es un bien verdadero, habiendo sido
eliminado el verdadero bien en favor del „falso‟.
Ahora bien, si es verdad que el pecado implica según su misma lógica y según
la Revelación, castigos adecuados, el primero de estos castigos es el pecado
mismo. ¡Mediante el pecado el hombre se castiga a sí mismo! En el pecado está ya
inmanente el castigo, alguno se atreve a decir: ¡Está ya el infierno, como privación
de Dios!
San Ignacio, obispo de Antioquía, martirizado en Roma hacia el año 107,
dirigía a los cristianos de Éfeso estas palabras explicativas de esta página
evangélica: “Como al árbol se lo conoce por sus frutos, así a quienes se llaman
discípulos de Cristo se los conocerá por sus obras. Hoy no es cuestión de profesar la
fe con palabras, sino que es necesaria la fuerza íntima de la fe viva y operante para
ser hallados fieles hasta el fin” (Carta a los Efesios, XIV, 2).
Por tanto, cada uno, estamos llamados a ser un verdadero discípulo de Jesús,
hemos de esforzarnos sin cesar por seguir sus enseñanzas, haciendo de su camino
de renovación espiritual una escuela permanente de conversión y santidad.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)