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29 Santos Pedro y Pablo, Apóstoles
Misa del día. Mt 16, 13-19
El poder de las llaves . “A ti te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que
ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará
desatado en los cielos” (Mt 16, 17-19), hemos escuchado en la página evangélica
en esta Solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo.
Es el Mesías quien posee las llaves del reino. El Apocalipsis, recogiendo
expresiones del profeta Isaías, presenta a Cristo como “el Santo, el Veraz, el que
tiene la llave de David: si él abre, nadie puede cerrar; si él cierra, nadie puede
abrir” (Ap 3, 7). En efecto, Jesús es quien, según la carta a los hebreos, con su
sacrificio “penetró en el santuario celeste” (cf. 9, 24): posee sus llaves y abre su
puerta. Estas llaves Jesús las entrega a Pedro, quien, por consiguiente, recibe el
poder sobre el reino, poder que ejercerá en nombre de Cristo, como su mayordomo
y jefe de la Iglesia, casa que recoge a los creyentes en Cristo, los hijos de Dios.
Jesús dice a Pedro: “lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo
que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16, 19). Con esta
comparación Jesús manifiesta su voluntad de conferir a Simón Pedro un poder
universal y completo, garantizado y autenticado por una aprobación celeste.
Así, pues, queda claro que por voluntad del Señor resucitado, el Apóstol es el
depositario de las llaves de un tesoro inestimable: el tesoro de la redención. Es el
tesoro de la vida divina, de la vida eterna. Después de la resurrección, fue confiado
definitivamente a Pedro y a los Apóstoles: “Reciban el Espíritu Santo. A quienes
perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les
quedan retenidos” (Jn 20, 22-23). Quien posee las llaves tiene la facultad y la
responsabilidad de cerrar y abrir. Jesús habilita a Pedro y a los Apóstoles para que
dispensen la gracia de la remisión de los pecados y abran definitivamente las
puertas del reino de los cielos. Después de su muerte y resurrección, ellos
comprenden bien la tarea que se les ha confiado y, con esa conciencia, se dirigen al
mundo, impulsados por el amor a su Maestro. Van por doquier como sus
embajadores (cf. 2 Co 5, 14. 20), puesto que el tiempo del Reino se ha convertido
ya en su herencia.
Por tanto, las “llaves del reino de los cielos” no fueron confiadas a Pedro y a la
Iglesia, a los obispos y sacerdotes, para que se aprovechen de ellas a su propio
arbitrio o para manipular las conciencias, sino a fin de que las conciencias sean
liberadas en la Verdad plena del hombre, que es Cristo, “paz y misericordia” (cf. Gál
6, 16) para todos.
Padre Félix Castro Morales
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Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)