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XIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Miércoles
Mt 8, 28-34
¿ Has venido a atormentar a los demonios antes de tiempo ? Jesucristo vino al
mundo y a los hombres para anunciar e inaugurar el reino de Dios. Los hombres
poseen una innata capacidad para recibir a Dios en su corazón (cf. Rm 5, 5). Sin
embargo, esta capacidad para acoger a Dios es ofuscada por el pecado, y en
algunas ocasiones el mal ocupa en el hombre el puesto que sólo le corresponde a
Dios. Por ello, Jesucristo vino a liberar al hombre del mal y del pecado, y también
de todas las formas de dominación del maligno, es decir, del diablo y de sus
espíritus malignos, llamados demonios, que quieren pervertir el sentido de la vida
del hombre.
Por esta razón, Jesucristo expulsaba los demonios y liberaba a los hombres de
la posesión de los espíritus malignos, para hallar cabida en el corazón del hombre y
darle la posibilidad de conseguir la libertad ante Dios, que quiere darle su Espíritu
Santo, para que se convierta en su templo vivo (cf. 1 Co 6, 19; 1 P 2, 5) y dirija
sus pasos hacia el camino de la paz y de la salvación (cf. Rm 8, 1-17; 1 Co 12, 1-
11; Ga 5, 16-26).
La presencia del diablo y de su acción explica la advertencia del Catecismo de
la Iglesia católica: «La dramática condición del mundo que ‘yace’ todo él ‘bajo el
poder del maligno’ (1 Jn 5, 19), hace que la vida del hombre sea una lucha: ‘Toda
la historia humana se encuentra envuelta en una tremenda lucha contra el poder de
las tinieblas; lucha que comenzó ya en el origen del mundo, y que durará, como
dice el Señor, hasta el último día. Inserto en esta batalla, el hombre debe combatir
sin descanso para poder mantenerse unido al bien; no puede conseguir su unidad
interior si no es al precio de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios
(Gaudium et spes, 37, 2)» (n. 409).
La Iglesia está segura de la victoria final de Cristo y, por tanto, no se deja
arrastrar por el miedo o por el pesimismo; al mismo tiempo, sin embargo, es
consciente de la acción del maligno, que trata de desanimarnos y de sembrar la
confusión. «Tengan confianza -dice el Señor-; yo he vencido al mundo» (Jn 8, 33).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)