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XIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Lunes
Mt 9, 18-26
Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, y vivirá . Jairo, un hombre principal de la
Sinagoga, le cuenta su drama: mi hija acaba de morir, “ven, pon tu mano sobre
ella y vivirá”. Jesús, fue con los discípulos y mucha gente, y una mujer enferma
crnica, que pensaba para sus adentros “si toco el manto, solo el borde, seré
salva”. El relato es como periodístico, Jesús va, la gente le rodea y aprieta, no le
dejan caminar, quieren tocarlo, y la mujer se mete entre medio, y tira del manto.
Marcos (5) dice que Jesús “sintiendo en si mismo un Poder, que había salido de El,
pregunta, quién me ha tocado”. Los discípulos se molestan “estás viendo como la
gente nos aprieta y preguntas, ¿quién me ha tocado? Jesús sigue su camino. Entra
en la casa de Jairo, echa fuera a la gente, “toma la mano de la nia y le dice: Nia,
a ti te digo, levántate… y se puso en pie”.
Así, después de resucitar a la niña, Jesús manda que le den de comer. Todo un
detalle muy humano para quien vuelve a la vida siendo de tan corta edad. Ante
este milagro de la resurrección de la Niña, lo divino y lo humano se unen una vez
más para producir el milagro de la vida. Esta resurrección como la de Lázaro y el
del hijo de la viuda de Naím (cfr. Jn. 11, 13; Lc. 7, 11) son anuncio de la
resurrección de Jesucristo, resurrección y vida para sí y para los que creen en ÉL.
En el caso de esta niña como el de Lázaro Jesús afirma que están dormidos
(cfr. Mt. 9,24; Jn. 11,11), por lo mismo para que el que tiene fe, la muerte es
sueño para despertar es la resurrección (cfr. 1 Cor.15, 18). El anuncio del reino de
Dios es anuncio de vida nueva, vida eterna para el hombre de fe. Labor nuestra
será, como testigos de la resurrección de Cristo, aportar signos de esa nueva
existencia, amar a Dios y al prójimo, ya que amar es poseer y entregar la vida al
estilo de Jesús de Nazaret. “Pues si, cuando andaba en el mundo, de solo tocar sus
ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando tan
dentro de mí, si tenemos fe, y nos dará lo que le pidiéramos, pues está en nuestra
casa?” (Camino de Perfeccin 34,8).
El corazón de Cristo, que se conmueve ante el dolor humano de ese hombre y
de su joven hija, no permanece indiferente ante nuestros sufrimientos. Cristo nos
escucha siempre, pero nos pide que acudamos a El con fe. El amor que Jesús siente
por los hombres, por nosotros, le impulsa a ir a la casa de aquel jefe de la
sinagoga. Todos los gestos y las palabras del Señor expresan ese amor.
Padre Félix Castro Morales
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Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)