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XIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Miércoles
Mt 10, 1-7
Vayan en busca de las ovejas descarriadas de la casa de Israel . El Señor en
aquella primera misin envía a “los doce” exclusivamente a las ovejas descarriadas
de Israel porque a Israel había prometido Dios un Mesías, porque a Israel había
prometido la buena nueva de la salvación por medio de los antiguos profetas.
En Jesucristo Dios cumple aquella antigua promesa hecha a Israel. Plenamente
consciente de su misión, el Señor Jesús dirá a sus discípulos, a propósito de una
mujer gentil que le rogaba insistentemente que sanara a su hija moribunda: “No he
sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel» ( Mt 15,24).
Debido a su gran fe no negaría finalmente el milagro a esta mujer, anticipando así
que el don de Dios estaría también abierto a todos aquellos que creyesen en Él,
aunque no fueran miembros del pueblo de Israel.
El envío, restringido en un principio a solo a “las ovejas descarriadas de
Israel”, lo extenderá el Seor a todos los hombres de todas las culturas y épocas
antes de ascender glorioso a los Cielos cuando dijo: “vayan y hagan discípulos a
todas las gentes” ( Mt 28,19).
La verdad testimoniada por Jesús es que él vino para salvar al mundo que, de
lo contrario, estaba destinado a perderse: “Pues el Hijo del hombre ha venido a
buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lc 19, 10).
Por consiguiente, Cristo Señor, Hijo de Dios vivo, vino a salvar del pecado a su
pueblo y a santificar a todos los hombres, como Él fue enviado por el Padre, así
también envió a sus Apóstoles, a quienes santificó, comunicándoles el Espíritu
Santo, para que también ellos glorificaran al Padre sobre la tierra y salvaran a los
hombres "para la edificación del Cuerpo de Cristo" (Ef., 4,12), que es la Iglesia.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)