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XV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Lunes
Mt 10, 34-11.1
No he venido a traer la paz, sino la guerra. Mientras va de camino hacia
Jerusalén, donde le espera la muerte en cruz, Cristo dice a sus discípulos:
“¿Piensan que he venido a traer al mundo paz? No, sino división”, la guerra.
Esta expresión de Cristo significa que la paz que vino a traer no es sinónimo
de simple ausencia de conflictos. Al contrario, la paz de Jesús es fruto de una lucha
constante contra el mal. El combate que Jesús está decidido a librar no es contra
hombres o poderes humanos, sino contra el enemigo de Dios y del hombre, contra
Satanás. Quien quiera resistir a este enemigo permaneciendo fiel a Dios y al bien,
debe afrontar necesariamente incomprensiones y a veces auténticas persecuciones.
Por eso, todos los que quieran seguir a Jesús y comprometerse sin
componendas en favor de la verdad, deben saber que encontrarán oposiciones y se
convertirán, sin buscarlo, en signo de división entre las personas, incluso en el seno
de sus mismas familias.
En efecto, el amor a los padres es un mandamiento sagrado, pero para vivirlo
de modo auténtico no debe anteponerse jamás al amor a Dios y a Cristo. De este
modo, siguiendo los pasos del Señor Jesús, los cristianos se convierten en
“instrumentos de su paz", según la célebre expresión de san Francisco de Asís. No
de una paz inconsistente y aparente, sino real, buscada con valentía y tenacidad en
el esfuerzo diario por vencer el mal con el bien (cf. Rm 12, 21) y pagando
personalmente el precio que esto implica.
La Virgen María, Reina de la paz, compartió hasta el martirio del alma la lucha
de su Hijo Jesús contra el Maligno, y sigue compartiéndola hasta el fin de los
tiempos. Invoquemos su intercesión materna para que nos ayude a ser siempre
testigos de la paz de Cristo, sin llegar jamás a componendas con el mal.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)