XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
EXIGENCIAS SIN MORBO
Padre Pedrojosé Ynaraja
Cuando se hace referencia a lo que exige el ser cristiano, cuando los medios hablan
de la Iglesia y sus criterios, cuando se invita a hacer examen de conciencia, lo más
probable es que se ponga el acento en el terreno de la sexualidad, en el del aborto,
o en el del matrimonio único e indisoluble. No os niego, mis queridos jóvenes
lectores, que en estos campos existen unas exigencias concretas, pero tampoco
ignoro, que hablar de ellas satisface, en algunos casos, inclinaciones morbosas o
dejarse llevar por el hábito del chismorreo. No era este el interés de Jesús. En más
de una ocasión dijo que prostitutas o gente tenida por corruptos funcionarios, nos
pasarían delante en la fila de entrada al Reino de los Cielos.
Os confieso que desde hace muchos años, la parábola evangélica que aparece en la
misa de este domingo, representa para mí la mayor exigencia cristiana. En plan de
confidencia personal, en mi situación, celibato aceptado libremente y vivido durante
toda la vida, jubilado según las leyes del país y sin capacidad para aspirar a
elevarme en ningún escalafón, podría dedicarme a jugar a petanca o a aprovechar
los viajes ventajosos que se ofrecen a los de la llamada Tercera Edad. Y nadie se
atrevería a reclamarme un cambio de conducta o condenar mi proceder. Nadie,
excepto el contenido de la parábola.
La seguridad de una pensión y de un domicilio. La cultura adquirida durante tantos
años y que conservo, gracias a Dios, en la biblioteca y en discos duros, DVDs,
PENDRIVEs y e-book etc. El campo abierto por las veredas de Internet. Los PCs, las
cámaras fotográficas, con sus archivos, y el utilitario que me permite desplazarme
con libertad, son de un valor superior a los cinco talentos que recibió el dignatario
más afortunado.
(de paso os copio la información, generalmente de confianza, que me proporciona
la enciclopedia Wikipedia. Un talento en el Antiguo Testamento, equivalía a cerca
de 34 kg , fuera de la materia que fuese, pues, no era moneda acuñada. En el
Nuevo Testamento 21.6 kg de plata).
Si entrara en mi domicilio un ladrón, poco de valor crematístico podría llevarse. Una
enfermedad podría arrebatarme toda esta riqueza. Mientras goce de suficiente
salud, soy responsable ante Dios de la otra, de la que no se cotiza, ni se subasta.
¿Y vosotros? Seguramente que todos coméis tres veces al día, vestís con ropa de
suficiente abrigo, recibís estudios, aprendéis la práctica de deportes que os
permiten relacionaros con los demás, tenéis amigos o enamorados que enriquecen
vuestro corazón con sus ternuras, y, por encima de todo, habéis recibido y
conserváis la Fe, tal vez vacilante y siempre oscura.
Ha salido a luz, en estos tiempos de crisis económica, que ciertas personas, en
ocasión de firmar contratos ventajosos, blindan sus emolumentos. No lo exhiben,
no se jactan públicamente de ello, pero es una coraza que les asegura y defiende
para el futuro incierto.
Si esto ocurre en el terreno financiero, paralelamente ocurre lo mismo en el
espiritual. La coraza son por una parte las excusas, las explicaciones razonables, las
que quieren ser seguras previsiones de futuro. Hay gente que ante carencias, ante
calamidades, ante atrocidades que sufren otros, están preparados para sugerir
soluciones que deberán poner en práctica los demás, sean del gobierno o de otro
género. Se explican muy bien, lo ven muy claro, pero siempre uno observa que
huyen del trabajo generoso o de la contribución monetaria. Tienen que preparar
exámenes o trabajar para sacarse algún dinero que les permita vivir de acuerdo con
sus necesidades, que con frecuencia no son tan necesarias como dicen.
Un reaseguro de blindaje, es estar atento a descubrir las deficiencias, los fallos, de
los demás. Si se trata de ayudar mediante una ONG, te sacan a relucir que el
dinero se queda por el camino. Si les adviertes que hoy en día gracias a la Western
Union o PayPal, pueden enviar directamente y a cualquier parte del mundo su
aportación, te dicen que no entienden de estos mecanismos. Ya he dicho que están
muy atentos a los defectos de los otros, he oído quejarse de la misma Madre Teresa
de Calcuta, para justificar su egoísmo. No quiero aportar mas ejemplos.
Volved a leer la parábola. Esta materia me la empezaron a explicar en Burgos, en la
parroquia de San Cosme, cuando tenía 11 años. ¡Ha habido tantos cambios en mi
vida! Y pese a ello continúa aguijoneándome.
Espero y deseo que la parábola os deje intranquilos, para que como yo, seáis
felices. Acariciando el Sagrario, como en tantas ocasiones, le diré al Señor: a mis
queridos jóvenes lectores, buena comprensión del Evangelio y fuerza de voluntad,
les des Dios.
Padre Pedrojosé Ynaraja