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XVI Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Miércoles
Mt 13, 1-9
Algunos granos dieron el ciento por uno . San Juan Crisóstomo comenta así
esta parábola del sembrador: Jesús vino a nosotros los hombres para cultivar esta
tierra, «a ocuparse de ella y sembrar la palabra de santidad. Porque la simiente de
la cual habla es, en efecto, su doctrina; el campo, el alma del hombre; el
sembrador, Él mismo.
Un sembrador se fue a echar la semilla y una parte cayó al borde del camino,
pero vinieron las aves y se la comieron, otra parte cayó en tierra buena. Tres
partes se perdieron, una sola fructificó. Pero el sembrador no cesó de cultivar el
campo. Le basta que una parte se conserve para no dejar su trabajo.
En la parábola del sembrador Cristo nos enseña que su palabra se dirige a
todos indistintamente. Del mismo modo, en efecto, que el sembrador de la parábola
no hace distinción entre los terrenos sino que siembra a los cuatro vientos, así el
Señor no distingue entre el rico y el pobre, el sabio y el necio, el negligente y el
aplicado, el valiente y el cobarde, sino que se dirige a todos y, aunque conoce el
porvenir, pone todo de su parte de manera que se puede decir: “¿Qué más puedo
hacer que no haya hecho?” (Cfr. Is 5,4).
Pero, me dirás, ¿a qué sirve sembrar entre espinas, en terreno pedregoso o
sobre el camino? Si se tratara de una semilla terrena, de una tierra material,
realmente no tendría sentido. Pero cuando se trata de las almas y de la Palabra,
hay que elogiar al sembrador. Se reprocharía con razón a un agricultor de actuar de
esta manera. La piedra no puede convertirse en tierra, el camino no puede dejar de
ser camino y las espinas no dejan de ser espinas. Pero en el terreno espiritual las
cosas no son así. La piedra puede convertirse en tierra fértil, el camino se puede
convertir en un campo donde no pisan los viandantes, las espinas pueden ser
arrancadas y permitir al grano fructificar libremente. Si esto no fuera posible, el
sembrador no hubiera sembrado su grano como, de hecho, lo hizo.
Fíjate bien en que hay muchas maneras de perder la semilla... Una cosa es
dejar secar la semilla de la palabra de Dios sin preocuparse ni poco ni mucho; otra
cosa es verla perecer bajo el choque de las tentaciones... Para que no nos ocurra
cosa semejante, grabemos profundamente y con ardor la palabra en nuestra
memoria. El diablo querrá arrancar el bien alrededor nuestro, pero nosotros
tendremos suficiente fuerza para que no pueda arrancar nada en nosotros».
Padre Félix Castro Morales
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Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)