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XVI Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Sábado
Mt 13, 14-30
Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha . En el Reino
misterioso, que el Señor Jesús ha venido a instaurar ya en la tierra, los malos
coexistirán con los buenos así como el trigo y la cizaña coexisten en un mismo
campo hasta el tiempo de la cosecha.
Sembrar semillas de cizaña en el campo ajeno era una ofensa típica entre
agricultores, considerada por la ley romana. Es de notar que aquella cizaña no se
distinguía claramente del trigo, hasta el momento de dar la espiga. Para el ojo poco
entrenado, la cizaña se confundía con el trigo por su semejanza.
Al notar que junto al trigo ha crecido también cizaña los trabajadores fueron al
dueo a decirle: “Seor, no sembraste buena semilla en tu campo? De dnde sale
la cizaa?” El dueo responde que es un enemigo quien lo ha hecho.
De ese modo el Señor Jesús responde a la pregunta del mal en el mundo.
Afirma que el mal que existe, que está presente y actúa en el campo del mundo y
de la historia de los hombres, no viene de Dios que sólo ha sembrado la buena
semilla, que lo ha hecho todo bueno (ver Gen 1,31). El mal en cambio viene de su
“enemigo” y de sus secuaces: “la cizaa son los partidarios del Maligno; el enemigo
que la siembra es el diablo”. El mal en el corazn del hombre y en el mundo es
consecuencia de un mal uso de la libertad por parte del ser humano, que antes que
escuchar a Dios prefirió escuchar la voz del enemigo de Dios y hacer lo que éste le
sugería. Esta desobediencia y rechazo de Dios es la causa de que haya germinado
la cizaña en la vida de las personas y en la historia de la humanidad.
Por medio de la parábola del trigo y la cizaña el Hijo de Dios afirma que Dios
no ha echado en el mundo semilla alguna de mal sino que éste entró en el mundo
por acción de su enemigo, el diablo. El mal entra en el mundo por el libre
asentimiento y cooperación que el ser humano le prestó y le sigue prestando día a
día al Maligno y a sus sugestiones (ver Gén 3,1ss; Rom 5,12). ¡Sí! ¡Cada uno de
nosotros, tú y yo, por ese asentimiento somos también hoy responsables del mal
que existe en el mundo! ¡Cada vez que yo elijo libremente hacer el mal, contribuyo
a ese mal!
Cristo llama y no deja de llamar a la conversin: “Conviértanse!”. La opcin
por responder al Plan de Dios es sostenida y nutrida por la gracia que es
amorosamente derramada en los corazones por el Espíritu Santo y que impulsa a la
persona a aspirar continuamente a una vida nueva. La conversión como proceso de
continua respuesta a la gratuita invitación de Dios a la reconciliación, alcanza en el
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sacramento de la confesión un auxilio fundamental y con el perdón recibe también
un don de gracia que impulsa a responder con mayor coherencia al divino designio
de Amor.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)