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XVII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Viernes
Mt 13, 54-58
¿No es este el hijo del carpintero? ¿De dónde, pues, ha sacado esa sabiduría y
esos poderes milagrosos? Esta era la pregunta que se hacía la gente de Nazaret
cuando Jesús comenzó a enseñar, un sábado, allí mismo en su tierra. En efecto, los
paisanos de Jesús quedan asombrados e impactados por su sabiduría y sus
enseanzas. Sin embargo, pesa más el conocimiento que ya traían de Él: “¿No es
éste el carpintero?” Se impone el “ya lo conocemos”, la desconfianza, y así se
hacen incapaces de dejarse tocar y transformar por la Buena Nueva que Él anuncia.
Nosotros, “desde la tribuna” y a la distancia, podemos caer en juzgar
fácilmente a aquellos oyentes escépticos: “¿cmo es posible que no le creyeran?
Pero, ¿no endurecemos acaso también nosotros tantas veces nuestros propios
corazones a la Palabra divina, al anuncio del Evangelio? ¿Le creemos tanto al Señor
de modo que nos afanamos en hacer de sus enseñanzas nuestro modo de pensar,
de sentir y de actuar?
Nuestra propia dureza y rebeldía frente a Dios se expresa muchas veces no en
una incredulidad declarada sino en unas preferencias de hecho. Decimos creer, pero
actuamos como quien no cree. Y es que es en las pequeñas y grandes opciones de
la vida cotidiana, en nuestros actos, donde se manifiesta si verdaderamente le
creemos a Dios o sólo decimos que le creemos. ¡Cuántas veces, por mi falta de fe y
confianza en Él, el Señor se ve impedido de obrar en mí el gran milagro de mi
propia conversión y santificación!
Pidámosle al Señor todos los días que Él aumente nuestra pobre fe, y nosotros
pongamos los medios necesarios para hacer que esta fe, por la lectura y meditación
constante de la Escritura, por el estudio asiduo del Catecismo, por la oración
perseverante y la acción servicial y evangelizadora, se haga cada vez más fuerte y
coherente.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)