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XVIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Miércoles
Mt 15, 21-28
Mujer, ¡qué grande es tu fe! En el texto evangélico que hemos escuchado se
nos presenta un singular ejemplo de fe: una mujer cananea, que pide a Jesús que
cure a su hija, que “tenía un demonio muy malo”. El Señor no hace caso a sus
insistentes invocaciones y parece no ceder ni siquiera cuando los mismos discípulos
interceden por ella. Pero, al final, ante la perseverancia y la humildad de esta
desconocida, Jesús condesciende: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo
que deseas” (Mt 15, 21-28).
Jesús subraya más de una vez que los milagros que Él realiza están vinculados
a la fe. El milagro es un “signo” del poder y del amor de Dios que salvan al hombre
en Cristo. Pero, precisamente por esto es al mismo tiempo una llamada del hombre
a la fe. Debe llevar a creer, sea al destinatario del milagro o sea a los testigos del
mismo.
Así, la cananea, audaz e insistente pide la curación de su hija, y aunque Jesús
le dice: “No es bueno tomar el pan de los hijos y arrojarlo a los perrillos”; sin
embargo, la cananea respondió con toda la fuerza de su fe y obtuvo el milagro:
“Cierto, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la
mesa de sus señores”. Ante esta respuesta tan humilde, elegante y confiada, Jesús
replica: “¡Mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como tú quieres” (cf. Mt 15, 21-
28).
“Mujer, ¡qué grande es tu fe!”. Jesús señala a esta humilde mujer como
ejemplo de fe indómita. Su insistencia en invocar la intervención de Cristo es para
nosotros un estímulo a no desalentarnos jamás y a no desesperar ni siquiera en
medio de las pruebas más duras de la vida. El Señor no cierra los ojos ante las
necesidades de sus hijos y, si a veces parece insensible a sus peticiones, es sólo
para ponerlos a prueba y templar su fe.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)