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XIX Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Viernes
Mt 19, 3-12
Por la dureza de su corazón, Moisés les permitió divorciarse de sus esposas;
pero al principio no fue así . El evangelio de san Mateo que recoge el diálogo de
Jesús con algunos fariseos, y después con sus discípulos, acerca del divorcio (cf. Mt
19, 3-12).
En efecto, al Mesías acuden los representantes de la ortodoxia judía, los
fariseos, y le preguntan si al marido le es lícito repudiar a su mujer. Cristo, a su
vez, les pregunta qué les ordenó hacer Moisés; ellos responden que Moisés les
permitió escribir un acta de divorcio y repudiarla. Pero Cristo les dice: “Teniendo en
cuenta la dureza de su corazón escribió Moisés para ustedes este precepto. Pero
desde el comienzo de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso dejará el
hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera
que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el
hombre” (Mc 10, 5-9).
Así pues, en la base de todo el orden social se encuentra este principio de
unidad e indisolubilidad del matrimonio, principio sobre el que se funda la
institución de la familia y toda la vida familiar. Ese principio recibe confirmación y
nueva fuerza en la elevación del matrimonio a la dignidad de sacramento.
El hombre y la mujer que creen en Cristo, que se unen como esposos, pueden,
por su parte, confesar: nuestros cuerpos están redimidos, nuestra unión conyugal
está redimida. Están redimidos el ser padres, la maternidad, la paternidad y todo lo
que conlleva el sello de la santidad.
Cristo describe en el Evangelio el plan original de Dios creador. El hombre fue
creado por el Verbo, y fue creado varón y mujer. La alianza conyugal tiene su
origen en el Verbo eterno de Dios. En él fue creada la familia. En él la familia es
eternamente pensada, imaginada y realizada por Dios. Por Cristo adquiere su
carácter sacramental, su santificación.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)