XXXIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
LUNES
a.- 1Mac. 1,11-16.43-45.57.60.65-67: Una cólera terrible se abatió sobre
Israel.
b.- Lc. 18,35-43: ¿Qué quieres que haga por ti Señor? Señor que vea otra
vez.
Este evangelio, narra la curación de un ciego a la entrada de Jesús a Jericó (cfr. Mc.
10,46), en el contexto próximo de la pasión: “Tomando consigo a los Doce, les dijo:
Mirad que subimos a Jerusalén, y se cumplirá todo lo que los profetas escribieron
para el Hijo del hombre; pues será entregado a los gentiles, y será objeto de
burlas, insultado y escupido; y después de azotarle le matarán, y al tercer día
resucitará.” (vv. 31-33). El Hijo del Hombre, se encamina abiertamente a su
pasión, muerte y resurrección. Ahora comienza a tener sentido todo el evangelio, la
buena nueva, que nos habla del reino de los cielos, sus riquezas, el seguimiento
como discípulos de Aquel que viene de parte de Dios, el amor a los pobres y
necesitados. Sin este camino de amor crucificado y de resurrección, todo el discurso
sobre Dios y la trascendencia que el hombre puede alcanzar, quedaría en el vacío
más absoluto. Si bien, los suyos no entienden su lengua de pasión por ahora, Jesús
camina hacia Jerusalén, y en su ascenso crea una atmosfera de reconciliación, de
salvación al alcance de todos en rededor (v. 34; cfr. Mt. 18,35-43; 19,1-10; 19,11-
27). Entrado en la ciudad santa, se presenta ante Jesús un ciego que grita: “Jesús,
Hijo de David, ten compasión de mí!” (vv. 38-39). Este ciego, es símbolo del
hombre que abierto al misterio, llama a sus puertas, lo reconoce como hijo de
David, y la disposición de Jesús, para preguntarle y realizar lo que desea, a cambio
de poner de manifiesto la fe que ve en el ciego: “Qué quieres que te haga?» El
dijo: «¡Señor, que vea!» Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado.» Y al instante
recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a
Dios” (vv. 41-43). Jesús les comunica la luz a sus ojos y a su espíritu, y la vida del
ciego cambia, deja todo, por seguir a Jesús (vv. 42-43). La clave de este portento
está en el título que le da el ciego en su grito, Hijo de David y el seguimiento de
Cristo. Ser Hijo de David, significaba aspirar al trono del rey David y restaurar
mesiánicamente su reino. Quizás muchos de sus seguidores, lo llamen así pero
entiendo su mesianismo, en este sentido político. Descender de David, significa en
los salmos de Salomón, arrasar con los enemigos políticos e instaurar su reino. Para
los evangelistas, Jesús es el Hijo de David, porque escucha la llamada de los pobres
y les ayuda, así se cumplen las promesas. El ciego ahora ve y sigue a Jesús, camina
tras ÉL, por ello bendice y glorifica a Dios manifestado en Cristo. Este milagro
realizado a la vera del camino que conduce a la Cruz y a la Pascua de Jesús, exige
que el hombre en el riego y aventura de cada día, trate de vivir el evangelio,
palabra que salva, para centrarse en el acontecimiento salvífico del seguimiento de
Jesús de Nazaret, luz del mundo.
Teresa de Jesús, desde que comenzó a caminar en oración contemplativa, luego de
su conversión y períodos de luchas y acomodamiento al querer divino propio de
este trato con Dios, le fue revelado el misterio de las Tres divinas Personas, en el
fondo de su alma, con lo que el diálogo fue enriquecido en virtudes humanas y
cristianas en grado sublime, hasta hacer de ella Madre de los espirituales en la
Iglesia. “Estando una vez con esta presencia de las tres Personas que traigo en el
alma, era con tanta luz que no se puede dudar el estar allí Dios vivo y verdadero, y
allí se me daban a entender cosas que yo no las sabré decir después. Entre ellas
era cómo había la Persona del Hijo tomado carne humana y no las demás. No
sabré, como digo, decir cosa de esto, que pasan algunas tan en secreto del alma,
que parece el entendimiento entiende como una persona que, durmiendo o medio
dormida, le parece entiende lo que se habla. Yo estaba pensando cuán recio era el
vivir que nos privaba de no estar así siempre en aquella admirable compañía, y dije
entre mí: Señor, dadme algún medio para que yo pueda llevar esta vida. Díjome:
«Piensa, hija, cómo después de acaba no me puedes servir en lo que ahora, y come
Mí y duerme por Mí, y todo lo que hicieres sea por Mí, como si no lo vivieses tú ya,
sino Yo, que esto es lo que decía San Pablo” (Relaciones 42).