El hombre está hecho para la eternidad
2011-11-12
Evangelio
Del santo Evangelio según san Lucas 18, 1-8
En aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin
desfallecer, Jesús les propuso esta parábola: «En cierta ciudad había un juez que
no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Vivía en aquella misma ciudad una
viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: “Hazme justicia contra mi
adversario”.
Por mucho tiempo el juez no le hizo caso, pero después se dijo: “Aunque no temo a
Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda, voy a
hacerle justicia para que no siga molestando”.
Dicho esto, Jesús comentó: «Si así pensaba el juez injusto, ¿creen acaso que Dios
no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, y que los hará
esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del
hombre, ¿creen que encontrará fe sobre la tierra?». Palabra del Señor.
Oración introductoria
Señor, quiero crecer en mi amor a Ti y a los demás; alimentar mi amistad contigo
por medio de la oración humilde y perseverante. Ayúdame a buscar cumplir tu
voluntad sobre mi vida, dejando que tus palabras modelen todo mi
comportamiento. No permitas que el miedo me acobarde. Aumenta mi confianza,
mi amor y mi fe.
Petición
Señor, ¡auméntame la fe y mi perseverancia en la oración!
Meditación
El hombre está hecho para la eternidad
«Dios revela su rostro precisamente en la figura del que sufre y comparte la
condición del hombre abandonado por Dios, tomándola consigo. Este inocente que
sufre se ha convertido en esperanza-certeza: Dios existe, y Dios sabe crear la
justicia de un modo que nosotros no somos capaces de concebir y que, sin
embargo, podemos intuir en la fe. Sí, existe la resurrección de la carne. Existe una
justicia. Existe la “revocación” del sufrimiento pasado, la reparación que restablece
el derecho. Por eso la fe en el Juicio final es ante todo y sobre todo esperanza, esa
esperanza cuya necesidad se ha hecho evidente precisamente en las convulsiones
de los últimos siglos. Estoy convencido de que la cuestión de la justicia es el
argumento esencial o, en todo caso, el argumento más fuerte en favor de la fe en
la vida eterna. La necesidad meramente individual de una satisfacción plena que se
nos niega en esta vida, de la inmortalidad del amor que esperamos, es ciertamente
un motivo importante para creer que el hombre esté hecho para la eternidad; pero
sólo en relación con el reconocimiento de que la injusticia de la historia no puede
ser la última palabra en absoluto, llega a ser plenamente convincente la necesidad
del retorno de Cristo y de la vida nueva» (Benedicto XVI, Encíclica Spe salvi , n. 43).
Reflexión apostólica
«El alma que saborea a Dios en la oración difícilmente caerá presa de la soberbia.
Por ello, para cultivar la humildad conviene contemplar con frecuencia a Dios en la
oración y meditar sobre sus atributos divinos: su perfección, su infinita grandeza,
su omnipotencia, etc.» (Manual del miembro del Movimiento Regnum Christi , n.
180).
Propósito
Ser persistente en la oración, humilde y paciente, de acuerdo a la voluntad de Dios.
Diálogo con Cristo
Señor y Dios mío, el mejor medio de ser constante en la oración es crecer en mi
humildad y dependencia en tu amor infinito. Ayúdame a pedirte aquello que no he
sabido pedir y que necesito para mi salvación. Confío en que sabrás darme todo lo
que necesito. No dejes que pierda nunca el tiempo fuera de mi misión. Haz que me
convierta en un auténtico discípulo y misionero de tu Reino. Que nunca dude de mi
vocación y sepa serte siempre fiel.
«Una oración y una vida, entreveradas indisolublemente, equivalen a una fidelidad
cierta»
( Cristo al centro, n. 2200).