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Día litúrgico: Lunes XXXIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio ( Lc 18,35-43): En aquel tiempo, sucedió que, al acercarse
Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que
pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el
Nazareno y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de
mí! (). Jesús se detuvo, y mand que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado,
le pregunt: Qué quieres que te haga?. Él dijo: Seor, que vea! ().
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto
XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)
La "Vida" eterna, la "desconocida realidad conocida"
Hoy consideremos nuestra propia vida reflejada en Bartimeo: como él, fatigados y
"sin vista", así estamos ante la Vida. Sospechamos que esta vida terrenal no es, en
realidad, la Vida. Y como él, nos abrimos a Jesús, pidiéndole "ver", porque al
hombre que está centrado en sí mismo se le escapa la Vida eterna.
La vida del hombre, por culpa del pecado, está abocada a un duro trabajo y a un
sufrimiento intolerable, de modo que la inmortalidad sería aquí más una carga que
un bien Hay momentos, sin embargo, en que, de repente, percibimos "algo" de lo
que debe ser la "Vida". Por contraste, lo que cotidianamente llamamos "vida", en
realidad, no lo es.
—Deseamos la "Vida" misma, la verdadera, pero no conocemos eso hacia lo que
nos sentimos impulsados. No podemos dejar de tender a ello, aunque sabemos que
todo lo que podemos experimentar no es lo que deseamos. Esta "realidad"
desconocida es la verdadera esperanza que nos empuja. La "Vida" eterna es esta
"desconocida realidad conocida".
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