SALVADOS PARA SALVAR
(DOMINGO XXXIV. T.O. Ciclo A)
20 noviembre 2005
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga en su gloria el Hijo del
Hombre y todos sus ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y se
reunirán ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor
separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su
izquierda..." (Mt 25,31-46)
Hay una progresión entre de domingo para con otro. Si hace dos domingos se nos
invitaba a la vigilancia atenta, el domingo pasado se nos concretaba el modo de esa
espera. Y hoy se nos dice cuál será el resultado al final de nuestra actuación
vigilante. Es decir, se nos describe la actuación del Hijo del Hombre (el esposo, el
hombre que marchó al extranjero) para con los invitados a la boda, según su
comportamiento para con los dones recibidos.
Es claro que no vale cualquier comportamiento. Al final, parece que habrá
desenlaces distintos. ¿La razón? El comportamiento don el otro. "Porque tuve
hambre..."
Parece clara la conclusión: se nos ha entregado la salvación para que la vivamos
entre los demás y para que se la hagamos llegar. Es algo importante, que
frecuentemente olvidamos: uno no es llamado a la salvación, primera y
principalmente, para salvarse a sí mismo. Lo es para, salvándose a sí mismo, salvar
a los demás. Es decir, la salvación se nos ha regalado para regalarla. Por eso, aquel
que, en este terreno, mire sólo por sí mismo, se queda a mitad de camino. Hay que
salir, hay que proclamar, hay que acompañar... desde nuestra condición de
creyentes. Sabiendo que los más necesitados deberán ser los nuestros primeros
destinatarios, y que esos mismos serán los que con más sencillez y gozo recibirán
el evangelio.
¡Cuántas veces hemos trabajado y trabajado sólo para salvarnos! ¡Cuántos se
esfuerzan sólo por estar en paz con Dios! ¡Cuántos se afanan, hasta diariamente,
sólo por mantener sus rezos y devociones! ¡Cuántos piensan sólo en conseguir la
vida eterna! ¡Y qué poco les preocupan los demás! Tanto que no puede contarse
con muchos para ninguna actuación parroquial, comunitaria, apostólica... Diríamos
que van a lo suyo, sustentando su vida en aquello de que "el que venga atrás..." No
salen, por eso, de su misa (al menos, dominical y festiva), de su confesión, de sus
rezos... sin llegar a nada más.
Es posible que hasta se extrañen cuando se les pide salir a los demás. "¿Cuándo te
vimos... y no te atendimos?" "Cuando no lo hicisteis con uno de estos, mis
hermanos más pequeños". Es decir, cuando pensaste sólo en ti.
Miguel Esparza Fernández