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XX Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Viernes
Mt 22, 34-40
Amarás al Señor tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo . Para los judíos el
mandato del amor de Dios sobre todo era fundamental. También el Señor sitúa por
encima de todos los demás mandamientos el precepto del amor a Dios sobre todas
las cosas: “Este mandamiento es el principal y primero”. Sin embargo, añade
inmediatamente: “El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prjimo como a ti
mismo”. Ambos preceptos, profundamente entrelazados, inseparables el uno del
otro, forman para Él el “máximo” mandamiento que está por encima de cualquier
rito u ofrecimiento: “vale más que todos los holocaustos y sacrificios” ( Mc 12,33).
Para Él “practicar la justicia y la equidad, es mejor ante Dios que el sacrificio” ( Prov
21,3; ver Os 6,6; Jer 7,21-23).
Concluye el Seor afirmando solemnemente que “estos dos mandamientos
sostienen la Ley entera y los profetas.” La Ley y la enseanza de los Profetas “se
sostienen” de estos dos preceptos, del mismo modo que una puerta se sostiene de
sus goznes. De esta manera el Señor destaca nuevamente la suprema importancia
de ambos mandamientos y manifiesta por otro lado que estos dos principios
fundamentales y vitales son los que revelan el verdadero espíritu del que está
animada toda la enseñanza divina.
San Agustín nos dice: “Recuerden conmigo, hermanos, cuáles sean estos dos
preceptos. Deberían conocerlos tan perfectamente que no sólo vinieran a su mente
cuando yo se los recuerdo, sino que deberían estar siempre como impresos en su
corazón. Continuamente debemos pensar en amar a Dios y al prójimo: A Dios con
todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente; y al prójimo como a nosotros
mismos. Éste debe ser el objeto continuo de nuestros pensamientos, éste el tema
de nuestras meditaciones, esto lo que hemos de recordar, esto lo que debemos
hacer, esto lo que debemos conseguir. El primero de los mandamientos es el amor
a Dios, pero en el orden de la acción debemos comenzar por llevar a la práctica el
amor al prójimo. El que te ha dado el precepto del doble amor en manera alguna
podía ordenarte amar primero al prójimo y después a Dios, sino que
necesariamente debía inculcarte primero el amor a Dios, después el amor al
prójimo”.
El amor es el núcleo del misterio de la fe. El amor de Jesús, hecho Hijo de
Mujer para salvación de los hombres, para mostrarnos a los seres humanos cómo
vivir humanamente, para enseñarnos a cada uno de nosotros a ser más humanos,
pone como horizonte de nuestras existencias el mandamiento del amor (ver Jn
13,34), el amar sin límite, el amar hasta dar la vida (ver Jn 15,13).
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Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)