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Día litúrgico: Sábado XXXIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio ( Lc 20,27-40): En aquel tiempo, acercándose a Jesús
algunos de los saduceos, esos que sostienen que no hay resurrección, () les dijo:
«Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser
dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni
ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles,
y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan lo
ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de
vivos, porque para Él todos viven ().
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto
XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)
Estados finales del hombre (II): el "Cielo"
Hoy percibimos en esos interlocutores de Jesús —los saduceos— un error:
imaginaban la vida eterna como mera "continuación sin fin" de la vida terrenal. ¡No
sorprende que negaran la resurrección! La vida eterna no la descubrimos a través
del análisis de nuestra propia existencia; el "Espero en la resurrección de los
muertos y la vida del mundo futuro" es consecuencia de creer en el Dios vivo.
La vida eterna no es "tiempo sin fin", sino otra forma de existencia, en la que todo
confluye simultáneamente en el "ahora del amor", en una nueva "cualidad del ser"
(rescatada de la fragmentación de nuestra existencia actual). Sería el momento del
sumergirse en el océano del Amor Infinito, en el cual el tiempo —el antes y el
después— ya no existe: eso es el Cielo, donde "todos viven para Él". ¡Una vida que
apetece ser vivida eternamente!
—Jesús, espero este momento de vida plena, desbordado por la alegría, según tu
promesa: "Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra
alegría".
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