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Día litúrgico: Domingo XXXIV del tiempo ordinario: Jesucristo, Rey del
Universo (A)
Texto del Evangelio ( Mt 25,31-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles,
entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas
las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas
de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda (…). E
irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna».
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto
XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)
El "Juicio final": gracia y justicia
Hoy, la imponente imagen del Juicio final debemos considerarla no como algo
terrorífico, sino como motivo de una esperanza que, simultáneamente, apela a
nuestra responsabilidad. Dios es justicia y crea justicia: éste es nuestro consuelo y
nuestra esperanza. Pero en su justicia está también la gracia.
Esto lo descubrimos dirigiendo la mirada hacia Jesucristo crucificado y resucitado.
Ambas —justicia y gracia— han de ser vistas en su justa relación. La gracia no
excluye la justicia; no convierte la injusticia en derecho. El Juicio de Dios es
esperanza, tanto porque es justicia, como también porque es gracia. Si fuera
solamente gracia, haría irrelevante todo lo terrenal y Dios seguiría debiéndonos la
respuesta a la pregunta sobre la justicia en nuestra historia. Si fuera pura justicia,
sería al final sólo un motivo de temor.
—Tu encarnación, Señor, ha unido juicio y gracia de tal modo que la justicia se
establece con firmeza. No obstante, la gracia me permite encaminarme lleno de
confianza al encuentro con mi "Juez-Abogado".
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