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XXII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Viernes
Lc 5, 33-39
Vendrá un día en que les quiten al esposo y entonces sí ayunarán . Estas
palabras que Jesús respondió a los escribas y fariseos, cuando le preguntaban:
“¿Cómo es que tus discípulos no ayunan?”. Jesús les contestó: “¿Por ventura
pueden los compañeros del novio llorar mientras está el novio con ellos? Pero
vendrán días en que les será arrebatado el esposo, y entonces ayunarán?” (Mt 9,
15). De hecho, el tiempo de Cuaresma nos recuerda que el esposo nos ha sido
arrebatado. Arrebatado, arrestado, encarcelado, abofeteado, flagelado, coronado de
espinas, crucificado... El ayuno en el tiempo de Cuaresma es la expresión de
nuestra solidaridad con Cristo. Tal ha sido el significado de la Cuaresma a través de
los siglos y así permanece hoy.
Profundicemos en el sentido del ayuno, que no sólo ha de ser en el tiempo de
Cuaresma, sino siempre, de modo especial los viernes en que recordamos la pasión
y muerte de nuestro esposo Jesús. Cierto, que la comida y la bebida son
indispensables al hombre para vivir, se sirve y debe servirse de ellas; sin embargo,
no le es lícito abusar de ellas de ninguna forma. El abstenerse, según la tradición,
de la comida o bebida, tiene como fin introducir en la existencia del hombre no sólo
el equilibrio necesario, sino también el desprendimiento de lo que se podría definir,
actitud consumista.
La renuncia a las sensaciones, a los estímulos, a los placeres y también a la
comida y bebida, no es un fin en sí misma. Debe ser, por así decirlo, allanar el
camino para contenidos más profundos de los que se alimenta el hombre interior.
Tal renuncia, tal mortificación debe servir para crear en el hombre las condiciones
en orden a vivir los valores superiores, de los que está hambriento a su modo.
Por otra parte, el ayuno: la mortificación de los sentidos, el dominio del
cuerpo, dan a la oración una eficacia mayor, que el hombre descubre en sí mismo.
Efectivamente, descubre que es diverso, que es más dueño de sí mismo, que ha
llegado a ser interiormente libre. Y se da cuenta de ello en cuanto la conversión y el
encuentro con Dios, a través de la oración, fructifican en él.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)