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XXIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Viernes
Lc 8, 1-3
Los acompañaban algunas mujeres, que los ayudaban con sus propios bienes .
La novedad de este relato, es que iba acompañado no sólo por los discípulos, sino
que también por las discípulas. De ellas, además se afirma que “sirven a Jesús con
sus bienes”. (Lc 8, 1-3). El Evangelio nos habla de la caridad de estas mujeres que
servían a Jesús y a los apóstoles.
En su época, a las mujeres no se les permitían semejantes libertades. No era
bien visto que tuvieran trato directo con hombres que no fueran sus propios
familiares (Jn 4, 27). Y, cuando asistían al templo con motivo de una fiesta
religiosa, no podían ingresar en el patio donde estaban los hombres, debiendo
permanecer en un claustro exclusivo. Asimismo, cuando iban a rezar a las
sinagogas, permanecían separadas de los varones.
Jesús supo valorar la presencia y el servicio de algunas mujeres durante su
vida pública. En el Evangelio de Lucas, es donde hay más relatos donde Jesús
muestra su sensibilidad frente a las mujeres, a las que son destinataria sus
Palabras, su consuelo, su atención personal. Observamos la capacidad de servicio,
seguimiento y contemplación que le hacen las mujeres a Jesús, alguna como
ayudantes y asistentes de su ministerio público, en otras situaciones contemplando
y atesorando sus enseñanzas.
En las manos de Jesús, en el grupo de Jesús, en la escuela de Jesús, todos
somos valiosos e importantes. Más aún, todos somos necesarios. De aquellas
mujeres, a quienes la sociedad de su época no consideraba, Jesús supo sacar
enormes riquezas y descubrir un potencial impresionante. El llamado de Jesús y la
respuesta de cada uno, nos vuelve extraordinariamente importantes. Y él sigue hoy
llamándonos a hacer cosas grandiosas. A todos. Basta con escucharlo y responderle
a lo que él nos pide personalmente, diciéndole: ¿qué quieres que haga?
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)