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XXIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Sábado
Lc 8, 4-15
Lo que cayó en tierra buena representa a los que escuchan la Palabra, la
conservan en un corazón bueno y bien dispuestos, y dan fruto por su constancia . El
alma, como la tierra buena, necesita también un vigilante cuidado. Primeramente
hay que acoger en ella la semilla de la Palabra de Dios y luego escucharla y seguirla
para que produzca una cosecha de vida eterna.
Todos somos tierra buena, porque somos imagen de Dios, por esto todos
somos también capaces de amarlo y dar fruto. La apertura al Creador, la relación
con El está grabada en lo más íntimo de nuestro ser. No podemos dejar que se
pierda la Semilla sembrada en nuestro corazón, no dejemos que nuestra fe, nuestro
sentimiento religioso y cristiano se pierda.
No podemos conformarnos con haber recibido el bautismo y la primera
comunión y frecuentar, de tarde en tarde, o de domingo en domingo la santa Misa.
No olvidemos que al campo, para dar su fruto, no le basta un trabajo descuidado;
hay que remover la tierra con vigor, hay que abonarla y cuidarla para que dé una
cosecha abundante. De igual modo, cultivemos también nosotros la tierra buena de
nuestra alma: leamos y meditemos asiduamente la Sagrada Escritura, recurramos
filialmente a María Santísima, comprometámonos activamente en la vida de la
Iglesia, secundemos las directrices de nuestros Pastores, dediquemos tiempo y
pongamos empeño en formaros cristianamente.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)