I Domingo de Adviento, Ciclo B
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
"Desconocer el momento de la venida del Señor es invitación a la
vigilancia"
Is 63,16b-17.19b; 64,2b-7: "¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!"
Sal 79,2ac y 3b.15-16.18-19: "Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro
y nos salve"
Co 1,3-9: "Aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo"
Mc 13,33-37: "Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa"
Los que vuelven del destierro encuentran su casa y su patria desoladas. Solamente
Dios puede sacarlos de tal situación. Invocado como "padre" y "redentor", títulos
que por cierto no se habían dado antes más que a Abraham, induce a pensar que
fue este camino a través del cual Dios fue descubierto por el pueblo como Padre y
Salvador.
En Cristo, la paternidad y la redención se manifestarán plenamente; mientras
tanto, son los signos humanos de Jesús los que nos muestran tales atributos.
Sólo en Dios la realidad que rodea al hombre y el hombre mismo tienen sentido y
fundamento. "Sales al encuentro del que practica la justicia", es decir, la justicia y
la salvación divinas son el horizonte y la referencia de la actuación humana. No es
alienación ni lejanía; es acercamiento de la acción salvadora de Dios.
No parece posible vivir sin esperanza. El que no la tiene es como si estuviera
muerto. Una manera de muerte es que la vida carezca de sentido. Hoy nos
encontramos con gentes que no tienen norte; o porque lo han perdido o porque
nunca lo han conocido. Incluso habrá quien siga creyendo que la vida carece de
sentido.
– "Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa".
"¿Cuándo? Sin duda en el último día; al fin del mundo. En efecto, la resurrección de
los muertos está íntimamente asociada a la Parusía de Cristo: El Señor mismo, a la
orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y
los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar (1 Ts 4,16)" (1001).
– El Adviento, actualización de la espera de Cristo:
"Al celebrar el Adviento, la Iglesia actualiza la espera del Mesías: participando en la
larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente
deseo de su segunda venida. Celebrando la natividad y el martirio del Precursor, la
Iglesia se une al deseo de éste: `Es preciso que Él crezca y que yo disminuya' (Jn
3,30)" (524).
– La esperanza se apoya en las promesas divinas:
"Podemos, por tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios a los que le
aman y hacen su voluntad. En cada circunstancia cada uno debe esperar, con la
gracia de Dios, `perseverar hasta el fin'... En la esperanza, la Iglesia implora que
`todos los hombres se salven'. Espera estar en la gloria del cielo, unida a Cristo, su
esposo" (1821).
– Por la esperanza aguardamos la vida eterna:
"La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos a la vida eterna como
felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y
apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu
Santo" (1817).
– "Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado,
que todo se pasa con brevedad, aunque su deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo
breve largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a
tu Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y deleite que no puede tener fin
(Santa Teresa de Jesús, excl. 15,3)" (1821).
La esperanza cristiana no inventa el Reino de Dios, pero hace que permanezcamos
atentos a sus signos.
Con permiso de Almudi.org