1
XXV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Sábado
Lc 9, 43-45
El Hijo del hombre va a ser entregado. Tenían miedo de preguntarle acerca de
este asunto . Cristo predicaba en la provincia de Galilea y sabiendo que los judíos le
preparaban ya la cruz, dijo a sus discípulos: Miren, estamos subiendo a Jerusalén y
el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los letrados y lo
condenarán a muerte (Mt 20, 18). De esta forma fue a la muerte de cruz no
violentamente sino de buena gana y, una vez que Pilato pronunció la sentencia, no
apeló ni se excusó sino que, cargando con la cruz, salió al sitio llamado “de la
Calavera”. (Jn 19, 17). Esta es la verdad central de nuestra fe, que confesamos: la
misión mesiánica de Jesucristo: El es el Redentor del mundo mediante su muerte
en cruz.
En efecto, Cristo tenía conciencia de que para la salvación del mundo era
necesario su sacrificio: “les conviene que yo me vaya” (Jn 16, 7), “el Hijo del
hombre tiene que padecer” (Mt 17, 12), “el Hijo del hombre tiene que ser
entregado en manos de los hombres, que le matarán, y al tercer día resucitará” (Mt
17, 22-23), “...es preciso que sea levantado el Hijo del hombre, para que todo el
que creyere en El tenga la Vida eterna” (Jn 3, 14).
Fue necesaria la palabra de la cruz; fue necesaria la muerte del Inocente,
como acto definitivo de su misión. Fue necesario para "justificar al hombre...", para
despertar el corazón y la conciencia, para constituir el argumento definitivo en ese
encuentro entre el bien y el mal, que camina a lo largo de la historia del hombre y
la historia de los pueblos...
Cristo ha dejado este sacrificio suyo a la Iglesia como su mayor don. Lo ha
dejado en la Eucaristía. Y no sólo en la Eucaristía: lo ha dejado en el testimonio de
sus discípulos y confesores.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)