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XXVII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Lunes
Lc 10, 25-37
¿Quién es mi prójimo ? Jesús responde a una pregunta de un doctor de la Ley,
quien acaba de confesar lo que él acostumbra a leer en la Ley: “Amarás al Señor,
tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu
mente, y al prójimo como a ti mismo”.
Preguntarse “¿quién es mi prójimo?” implica poner límites y condiciones. Por
esto Jesús respondió dándole la vuelta: la pregunta legítima no es “¿quién es mi
prójimo?”, sino “¿de quién debo hacerme prójimo?”. Y la respuesta es: “cualquiera
que sufra necesidad, aunque me sea desconocido, se convierte para mí en prójimo,
al que debo ayudar”. La parábola del buen samaritano (cf. Lc 10, 30-37) invita a
cada uno a superar los confines de la justicia con la perspectiva del amor gratuito y
sin límites.
El samaritano, en efecto, se hace cargo de la situación de un desconocido a
quien los salteadores habían dejado medio muerto en el camino, mientras que un
sacerdote y un levita pasaron de largo, tal vez pensando que al contacto con la
sangre, de acuerdo con un precepto, se contaminarían. La parábola, por lo tanto,
debe inducirnos a transformar nuestra mentalidad según la lógica de Cristo, que es
la lógica de la caridad: Dios es amor, y darle culto significa servir a los hermanos
con amor sincero y generoso.
Para el creyente, la caridad es don de Dios, carisma que, como la fe y la
esperanza, ha sido derramado en nosotros por el Espíritu Santo (cf. Rm 5, 5): en
cuanto don de Dios, no es una ilusión, sino realidad concreta; es buena nueva,
Evangelio.
El programa del cristiano, aprendido de la enseñanza de Jesús, es un «corazón
que ve» dónde se necesita amor y actúa en consecuencia (cf. ib, 31).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)