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XXVIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Jueves
Lc 11, 47-54
Les pedirán cuentas de la sangre de los profetas, desde la sangre de Abel
hasta la de Zacarías . A lo largo de los tiempos los profetas tuvieron que defender la
Ley y la Alianza contra los que ponían las normas y leyes humanas por encima de la
voluntad de Dios, y por tanto imponían una nueva esclavitud al pueblo (cf. Mc 6,
17-18).
Por haber denunciado las faltas en el cumplimiento de la Alianza, algunos
profetas, desde Abel, Zacarías hasta Juan Bautista, pagaron con su sangre. Pero,
en virtud de la promesa divina permanecieron firmes “como una plaza fuerte, un
pilar de hierro y una muralla de bronce” (Jr 1, 18), proclamando la Ley de la vida y
de la salvación, el amor que no falla nunca.
Los Profetas señalan con el dedo acusador a quienes desprecian la vida y
violan los derechos de las personas: “Pisan contra el polvo de la tierra la cabeza de
los débiles” (Am 2, 7); “Han llenado este lugar de sangre de inocentes” (Jr 19, 4).
No sólo la sangre desde Abel hasta Zacarías clama a Dios, fuente y defensor
de la vida. También la sangre de todo hombre asesinado después de Abel es un
clamor que se eleva al Señor. De una forma absolutamente única, clama a Dios la
sangre de Cristo, de quien Abel en su inocencia es figura profética, como nos
recuerda el autor de la Carta a los Hebreos: “Ustedes, en cambio, se han acercado
al monte Sión, a la ciudad del Dios vivo... al mediador de una Nueva Alianza, y a la
aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel” (12, 22.24).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)