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XXVIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Viernes
Lc 12, 1-7
Todos los cabellos de su cabeza están contados . Con estas palabras del texto
evangélico, que hemos escuchado, el Señor Jesús no sólo confirma la enseñanza
sobre la Providencia Divina contenida en el Antiguo Testamento, sino que lleva más
a fondo el tema por lo que se refiere al hombre, a cada uno de los hombres, tratado
por Dios con la delicadeza exquisita de un padre.
Jesús es el testigo fiel, que atestigua todo lo que se ha dicho sobre el tema de
la Providencia, da testimonio perfecto del misterio de su Padre: misterio de
Providencia y solicitud paterna, que abraza a cada una de las criaturas, incluso la
más insignificante, como la hierba del campo o los pájaros. Por tanto, ¡cuánto más
al hombre!
Esto es lo que Cristo quiere poner de relieve sobre todo. Si la Providencia
Divina se muestra tan generosa con relación a las criaturas tan inferiores al
hombre, cuánto más tendrá cuidado de él. En esta página evangélica sobre la
Providencia se encuentra la verdad sobre la jerarquía de los valores que está
presente desde el principio del libro del Génesis, en la descripción de la creación: el
hombre tiene el primado sobre las cosas. Lo tiene en su naturaleza y en su espíritu,
lo tiene en las atenciones y cuidados de la Providencia, lo tiene en el corazón de
Dios.
Jesús proclama con insistencia que el hombre, tan privilegiado por su Creador,
tiene el deber de cooperar con el don recibido de la Providencia. No puede, pues,
contentarse sólo con los valores del sentido, de la materia y de la utilidad. Debe
buscar sobre todo “el reino de Dios y su justicia”, porque “todo lo demás (es decir,
los bienes terrenos) se le darán por añadidura” (cf. Mt 6, 33).
Las palabras de Cristo llaman nuestra atención hacia esta particular dimensión
de la Providencia, en el centro de la cual se halla el hombre, ser racional y libre, al
que Dios ama por encima de todo.
Oremos al Señor para que nos haga comprender cuán preciosa es a sus ojos
toda nuestra vida, refuerce nuestra fe en la vida eterna y nos haga hombres de la
esperanza, que trabajan para construir un mundo abierto a Dios, hombres llenos de
alegría que saben vislumbrar la belleza del mundo futuro en medio de los afanes de
la vida cotidiana y con esta certeza viven, creen y esperan.
Padre Félix Castro Morales
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Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)