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XXIX Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Martes
Lc 12, 35-38
Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela . En el
evangelio de hoy Cristo nos llama a la vigilancia, como criados que esperan que
vuelva su señor. El llamado a vigilar va acompañado de promesas de bendición y
felicidad: “Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela”.
Sabemos bien que un destino muy distinto aguarda a los que no estén en vela, pero
es más importante gozarnos de los bienes que están reservados para los que
vigilen.
Además, se anuncia a los que estén en vela, que serán servidos por el señor.
Esperar el retorno del Señor es entonces esperar el momento en que ya no
seremos siervos, sino amigos (Jn 15,15); es también esperar la hora en que
“reinaremos con él”, como meditábamos el domingo pasado (2 Tim, 2,12), En
efecto, veremos el rostro de Cristo, y su nombre estará en nuestras frentes. Y ya
no habrá más noche, y no tendremos necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol,
porque el Señor Dios nos iluminará, y reinaremos con Él por los siglos de los
siglos”. (Ap 22,4-5).
Pero no olvidemos que el Reino es, al mismo tiempo, presente y algo todavía
por venir. De aquí la doble actitud que se exige al cristiano: desprendimiento y
vigilancia. Es necesario desprenderse de todo lo que no es conforme al Evangelio
del Señor, dando testimonio de que se buscan las cosas del cielo.
La vigilancia cristiana es inculcada constantemente por Cristo (Mc 14,38; Mt
25,13). La vida del cristiano debe ser toda ella una preparación para el encuentro
con el Señor. La muerte que provoca tanto miedo en el que no cree, para el
cristiano marca el fin de la prueba, el nacimiento a la vida inmortal, el encuentro
con Cristo que le conduce a la Casa del Padre.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)