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XXXII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Miércoles
Lc 17, 11-19
¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a
Dios? El evangelio habla del encuentro de diez leprosos con Jesús. Los cura a todos,
pero sólo uno, un samaritano, vuelve para darle las gracias y es a este extranjero
agradecido a quien dice: “Tu fe te ha salvado” (Lc 17, 19). Así pues, los diez
leprosos fueron „curados‟ de su enfermedad, pero sólo uno fue „salvado‟: aquel que
por su fe glorificó a Dios y dio gracias a Jesús.
San Lucas pone de relieve que el leproso salvado era un extranjero, que
vuelve a Jesús para a darle las gracias (cf. Lc 17, 11-19). El Señor le dice:
“Levántate, vete: tu fe te ha salvado” ( Lc 17, 19). Esta página evangélica nos invita
a una doble reflexión:
Primero, nos permite pensar en dos grados de curación: uno, más superficial,
concierne al cuerpo; el otro, más profundo, afecta a lo más íntimo de la persona, a
lo que la Biblia llama el „corazón‟, y desde allí se irradia a toda la existencia. La
curación completa y radical es la „salvación‟, que es mucho más que la salud; en
efecto, es una vida nueva, plena, definitiva.
En segundo lugar, Jesús pronuncia la expresión: „Tu fe te ha salvado‟. Es la fe
la que salva al hombre, restableciendo su relación profunda con Dios, consigo
mismo y con los demás; y la fe se manifiesta en el agradecimiento. Quien sabe
agradecer, como el samaritano curado, demuestra que no considera todo como algo
debido, sino como un don que, incluso cuando llega a través de los hombres o de la
naturaleza, proviene en definitiva de Dios. Así pues, la fe requiere que el hombre se
abra a la gracia del Señor; que reconozca que todo es don, todo es gracia. ¡Qué
tesoro se esconde en una pequeña palabra: “gracias”!
En realidad, la lepra que realmente desfigura al hombre y a la sociedad es el
pecado; son el orgullo y el egoísmo los que engendran en el corazón humano
indiferencia, odio y violencia. Esta lepra del espíritu, que desfigura el rostro de la
humanidad, nadie puede curarla sino Dios, que es Amor. Abriendo el corazón a
Dios, la persona que se convierte es curada interiormente del mal.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)