1
XXXIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Jueves
Lc 19, 41-44
Si supieras lo que puede conducirte a la paz. Cristo, que vino a la tierra para
darnos su paz, él mismo es nuestra paz; y para acoger el don de la paz, debemos
abrirnos a la verdad que se reveló en la persona de Jesús, el cual nos enseñó el
„contenido‟ y a la vez el „método‟ de la paz, es decir, el amor. Jesús nos indicó el
camino de la paz: el diálogo, el perdón y la solidaridad. He aquí el único camino que
lleva a la verdadera paz.
Los cristianos en la medida en que hagamos presente en nuestra vida y en la
vida de los demás, nos convertiremos en constructores de paz. Jesús nos llama a
ser artífices de paz: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados
hijos de Dios” (Mt 5, 9; cfr. Lc 10, 5 etc.). Nosotros creemos que Jesucristo,
mediante la donación de su vida en la cruz, se ha convertido en nuestra Paz: él ha
derribado el muro de odio que separaba a los hermanos enemistados (Efes. 2, 14).
Mediante su resurrección y entrada en la gloria del Padre, nos asocia
misteriosamente a su vida: reconciliándonos con Dios, repara las heridas del
pecado y de la división.
Sin embargo, la paz es también obra nuestra: exige nuestra acción decidida y
solidaria. Pero es inseparablemente y por encima de todo un don de Dios: exige
nuestra oración. Los cristianos hemos de estar en primera fila entre aquellos que
oran diariamente por la paz y construyen la paz. Busquemos espacios para orar con
María, Reina de la paz.
Que el amor a la Virgen María nos ayude a seguir mejor a Jesús, que, con su
encarnación, ha traído la paz para todo el mundo.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)