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XXXIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Viernes
Lc 19, 45-48
Ustedes han convertido la casa de Dios en cueva de ladrones. En el evangelio
de hoy vemos la indignación de Jesús con los vendedores del templo: ¡arrojó de allí
a cuantos vendían y compraban en él, y derribó las mesas de los cambistas y los
asientos de los vendedores de palomas, diciéndoles: escrito está: “Mi casa será
llamada Casa de oracin‟ pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones” ( Mt
21, 12-13; cf. Mc 11, 15). A Jesús lo „devora‟ este „celo‟ por la „casa de Dios‟,
utilizada con un fin diferente de aquel para el que estaba destinada.
La actitud „severa‟ del Seor parecería estar en contraste con la mansedumbre
habitual con la que se acerca a los pecadores, cura a los enfermos, acoge a los
pequeños y a los débiles. Sin embargo, observando con atención, la mansedumbre
y la severidad son expresiones del mismo amor, que sabe ser, según la necesidad,
tierno y exigente. El amor auténtico va acompañado siempre por la verdad .
Ciertamente, el celo y el amor de Jesús a la casa del Padre no se limitan a un
templo de piedra. El mundo entero pertenece a Dios , y no se ha de profanar. Con el
gesto profético que nos refiere el texto evangélico de hoy, Cristo nos pone en
guardia contra la tentacin de „comerciar‟ incluso con la religin, supeditándola a
intereses mundanos o, de cualquier modo, ajenos a ella.
Cristo alza su voz contra cuantos convierten el mercado en su „religión‟ hasta
ofender la dignidad de la persona humana con abusos de todo tipo. Pensemos, por
ejemplo, en la falta de respeto a la vida, hecha objeto a veces de peligrosos
experimentos; pensemos en la contaminación ecológica, la comercialización del
sexo, el tráfico de drogas y la explotación de los pobres y los niños.
Cristo es el verdadero Templo de Dios, “el lugar donde reside su gloria”; por la
gracia de Dios los cristianos son también templos del Espíritu Santo, piedras vivas
con las que se construye la Iglesia.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)