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XXXIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Jueves
Lc 21, 20-28
Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que se cumpla el plazo
señalado por Dios . Para Israel, la ciudad de Jerusalén y el Templo lo eran todo, y no
sólo en el aspecto religioso sino también en el social y el económico. Su destrucción
significó la destrucción de toda la nación.
El juicio anunciado por el Señor Jesús, se refiere sobre todo a la destrucción
de Jerusalén en el año 70. Jesús pronunció este e discurso sobre la destrucción de
Jerusalén y sobre el fin del mundo, invitando a sus discípulos a leer con atención los
signos del tiempo y a mantener siempre una actitud de vigilancia.
Por tanto, la profecía de Jesús sobre Jerusalén también nos afecta a nosotros:
este tiempo es un tiempo de permanente tensión hacia la Jerusalén celestial, la
morada de Dios en el cielo, que es la razón de nuestra vida presente. Así como
Jerusalén y el templo lo era todo para la nación judía, también para nosotros la vida
eterna, que perder esta ciudadanía por la muerte segundo, sería lo más terrible
para los hijos de Dios.
Este tiempo del fin del año litúrgico nos invita a dirigir la mirada a la
“Jerusalén celestial”, que es el fin último de nuestra peregrinación terrena. Al
mismo tiempo, nos exhorta a comprometernos, mediante la oración, la conversión
y las buenas obras, a acoger a Jesús en nuestra vida, para construir junto con él
este edificio espiritual, del que cada uno de nosotros -nuestras familias y nuestras
comunidades parroquiales- es piedra preciosa, por lo cual es necesario darlo todo.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)