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Fiesta. San Bartolome, apóstol. (24 de Agosto)
Jn 1, 45-51
Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel . Vio Jesús a Natanael venir
hacia sí y dice de él: “Ahí tienen verdaderamente un israelita en quien no hay dolo”.
Le Dice Natanael: “¿De dónde me conoces?”. Respondió Jesús y le dijo: “Antes de
que Felipe te llamase, cuando estabas debajo de la higuera, yo te vi”. Le respondió
Natanael: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”. Respondió Jesús
y le dijo: “¿Porqué te dije que te vi debajo de la higuera, crees? Mayores cosas que
éstas verás”. Y le dice: “En verdad, en verdad os digo, veréis el cielo abierto y a los
ángeles del cielo que suben y bajan sobre el Hijo del hombre”.
San Bartolomé se siente tocado en el corazón por estas palabras de Jesús, se
siente comprendido y llega a la conclusión: este hombre sabe todo sobre mí, sabe y
conoce el camino de la vida, de este hombre puedo fiarme realmente. Y así
responde con una confesión de fe límpida y hermosa, diciendo: “Rabbí, tú eres el
Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel” (Jn 1, 49). En su confesión de fe se da un
primer e importante paso en el itinerario de adhesión a Jesús. Las palabras de
Natanael presentan un doble aspecto complementario de la identidad de Jesús: es
reconocido tanto en su relación especial con Dios Padre, de quien es Hijo unigénito,
como en su relación con el pueblo de Israel, del que es declarado rey, calificación
propia del Mesías esperado. No debemos perder de vista jamás ninguno de estos
dos componentes, ya que si proclamamos solamente la dimensión celestial de
Jesús, corremos el riesgo de transformarlo en un ser etéreo; y si, por el contrario,
reconocemos solamente su puesto concreto en la historia, terminamos por
descuidar la dimensión divina que propiamente lo distingue.
La figura de san Bartolomé, a pesar de la escasez de informaciones sobre él,
de todos modos sigue estando ante nosotros para decirnos que la adhesión a Jesús
puede vivirse y testimoniarse también sin la realización de obras sensacionales.
Extraordinario es, y seguirá siéndolo, Jesús mismo, al que cada uno de nosotros
está llamado a consagrarle su vida y su muerte.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)