Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
A volar se ha dicho
Anualmente se celebra un simposio, en los Estados Unidos, con los conferenciantes más
destacados del momento. Este año se organizó en Manhattan y entre los expositores estuvo
el ex presidente de los Estado Unidos, Bill Clinton; Patrick Lencioni, fundador y presidente
de The Table Group , firma consultora especializada en ayudar a desarrollar mejores
equipos de trabajo para obtener mejores resultados o Benjamin Zanders, director de la
orquesta sinfónica de Boston. Cada uno de ellos cobra por encima de los 150 mil dólares
por conferencia y reúnen a 5000 personas de más de 60 países. Los temas que se
desarrollan van en la línea de la innovación, la creatividad, las mega-tendencias económicas
y sociales, ecología sostenible, trabajo en equipo y desarrollo personal.
Todo un mundo de ensueño con un distinto enfoque sobre el cosmos y el hombre. Y ya no
les dijo lo que cuesta participar para llegar a la pregunta fundamental: ¿y para qué todo eso?
Se trata de un esfuerzo titánico por romper esquemas, abrir la mente a nuevos horizontes,
alargar la mirada a insospechados ámbitos de desarrollo y progreso, explorar nuevas
dimensiones humanas, ser creativos, rebasar las fronteras, abolir los mitos que nos tienen
prisioneros del pasado, borrar tabúes que no nos dejan ser. Hay que reconocer que
efectivamente se trata de personas que magnetizan con la palabra y sus conocimientos.
Ninguno de ellos se compromete porque aplican el método inductivo, es decir, que evitan
caer en el dogma, no te dicen que lo que debes hacer, no te restringen, sino todo lo
contrario, te abren a un mundo de posibilidades, te colocan en órbita, te ubican entre el
sueño posible y lo imposible.
Siguiendo alguna de las exposiciones, me parece que todo esto que parece inalcanzable
para la inmensa mayoría, se vuelve asequible para todos en la oración y en la Eucaristía sin
necesidad de viajar a Nueva York. ¿Por qué? Porque la oración nos abre la mente y el
corazón, nos hace ver la vida sin prejuicios históricos ni culturales. Quien se coloca ante
Dios no conoce fronteras ni barreras. La gracia saca lo mejor de nuestro ser y nos lanza sin
temor a conquistas que sólo los santos, (nombre arcaico de los hoy llamados innovadores)
se atreven a realizar.
El adviento es el período litúrgico que mejor representa la vida humana porque vamos de
camino hacia el encuentro del Señor. Un Dios que nos enseña a realizar nuestra misión con
responsabilidad y compromiso, pero sin hacer de este mundo morada. Vivir soñando, pero
con los pies bien puestos en la tierra. Volar sin temor, emprender sin miedo, sonreír
mirando al infinito. twitter.com/jmotaolaurruchi