Ciclo B. I Domingo de Adviento
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos:
Hoy iniciamos el Adviento, que viene a ser un mes de expectativa y de preparativos
para la Navidad o, mejor, para la llegada del Señor en la Navidad y allí donde no
está ni se le espera. Incluye, entre otros, estos 3 elementos: 1. un gozo interior y
compartido, que va creciendo semana a semana en la medida en que se acerca la
venida del Señor y la luz vence a las tinieblas; 2. la esperanza activa, que nos hace
vivir vigilantes y atentos a los signos de los tiempos y a los acontecimientos, para
que saber reconocerlo y acogerlo cuando y donde nazca; y 3. el estar preparados,
en frase de Jesús, para ponernos de inmediato a su entera disposición, y seguirle y
servirle donde y como sea, en el Belén o en la vera de un camino.
De todo esto iremos hablando en los domingos siguientes, con palabras y con
símbolos (tales las Coronas de Adviento y los belenes). También presentando, como
hace la liturgia, los personajes bíblicos que vivieron el Adviento y son un ejemplo
para nosotros. María en primer lugar, que se preparó y preparó las cosas para el
nacimiento de Jesús. Y María bajo su advocación de Ntra. Sra. de la Medalla
Milagrosa, cuya Fiesta Patronal estamos celebrando, pues escogió para aparecerse
la Vigilia de Adviento y vino trayéndonos un mensaje de Adviento. Tanto es así que
pareciera quiso presentarse y ser vista como Ntra Sra. del Adviento, Ntra Sra. de la
Esperanza. Al respecto no deja de ser significativo que, después de casi dos siglos
de silencio, escogiera el tiempo de Adviento para reanudar su trato con nosotros e
inaugurar la “era mariana” de la que hablara el Beato Juan Pablo II.
Digamos que, después de Jesús, que nos lo explica en el evangelio de hoy (Mc
13,33-37), nada ni nadie hay como María y la María de la Medalla Milagrosa para
decirnos lo que es e invitarnos a vivir el Adviento. Sobre todo, si además nos brinda
su ayuda para ello, por medio de la Medalla. En relación con el gozo creciente que
origina el Adviento, aquella Vigilia de 1830, inundó de gozo a la vidente Catalina
Labouré, como nos lo cuenta ella misma. Y nos inundará de gozo creciente a
nosotros, si nos acercamos a la Navidad con los sentimientos y las actitudes de “la
santa del silencio”
Una esperanza activa, que es la otra cosa que pide el Adviento, fue lo que vivió la
joven Catalina antes, durante y después de las apariciones de la Virgen de la
Medalla. Esta esperanza la ayudó a enfrentar y superar el negro futuro, que,
afligida, le pintó María, y que la historia conoce como las revoluciones de julio de
1830 y de febrero de 1848. Más aún, la ayudó a prepararse y a preparar el entorno
para el triunfo del bien: con el ejemplo de su vida, la insistencia en cumplir los
deseos de María y la acuñación y difusión de la Medalla. Fue así cómo hizo nacer a
Jesús en los corazones, las instituciones y los avatares sociales. Nosotros podremos
hacer lo mismo si en este Adviento nos esforzamos por vivir en esperanza activa y
preparados y preparando el nacimiento de Jesús en nuestros hogares y en tantos
sitios que necesitan de Él.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)