Segundo Domingo de Adviento B
“Preparadle el camino al Señor”
Jesús es ante todo una Buena Noticia. Así lo proclama el evangelista Marcos al
comienzo de su Evangelio: “Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”. Y
evangelio es buena noticia. Buena noticia es un acontecimiento feliz capaz de
cambiar una vida.
Nos encontramos en el tiempo de Adviento, y desde el primer momento se nos
invitaba a estar vigilantes. Nos teníamos que preguntar, ¿qué nos pasa que no
respondemos con ilusión a esa invitación a estar en vela?
Nos fijamos demasiado en las verdades que se nos proponen, y que no las
entendemos bien; en las normas de vida que hemos de seguir para ser buenas
personas, pero que no siempre hacen mella en nuestras vidas. Normas exigentes, y
no siempre somos fieles a ellas, tratando de justificar una conducta más o menos
mediocre. Ni las verdades, ni las normas son Buena Noticia. Es Jesús, su persona,
su proyecto que se anuncia como el comienzo de la realización de algo nuevo que El
ha puesto en marcha en la historia: “El Reinado de Dios está cerca” (Mc 1, 15).
Reinado de Dios esperanza siempre viva en Israel, y deseo íntimo en el corazón de
la humanidad, que anhela la desaparición del mal, de la injusticia, del dolor, la
segregación y la explotación.
Las lecturas de este segundo Domingo de Adviento hablan del proyecto de un
mundo mejor, en que desaparezcan los aspectos negativos del mundo actual:
“Nosotros, confiados en la promesa del Seor, esperamos un cielo nuevo y una
tierra nueva, en que habite la justicia” (2 Ptr 3, 13) El profeta Isaías nos anima
diciendo: “Mirad: Dios, el Seor, llega con su fuerza, su brazo domina”. (Is 40, 10).
Y en el salmo responsorial con confianza rezamos: “Muéstranos, Seor, tu
misericordia y danos tu salvacin”.
En estos textos descubrimos que es propio de la actitud del cristiano esperar: unos
tiempos mejores, descritos como “un cielo nuevo y una tierra nueva” (2 Ptr 3, 13).
Como un triunfo definitivo del amor, la paz y la justicia. Puede parecer todo esto
palabras bonitas o mera utopía, pensando que todo eso será para “el otro mundo”.
Ciertamente no vendrá como llovido del cielo. Ese mundo mejor lo tenemos ya
presente, porque, por una parte en Cristo se ha realizado la máxima perfección
humana. De otra parte está lo que debemos hacer y rehacer cada día para alcanzar
la salvación conseguida ya en Cristo.
Si el domingo pasado se nos invitaba a la vigilancia, este domingo se nos apremia
“a preparar el camino al Seor, allanad sus senderos”. El Adviento no prepara slo
al Nacimiento de Jesús; prepara también a acoger el Evangelio de Jesús. Es una
llamada a prepararnos real y efectivamente para recibir esta Buena Noticia. Quien
viene a nosotros no son unos días de fiestas más o menos entrañables, sino Cristo,
el Mesías, que quiere llevarnos a su reino de libertad y de vida, de justicia y de
amor. Creer en este Mesías es unirse a su camino que pasa ahora por nuestra
historia, por nuestra vida
Preparad el camino del Señor es confiar en la capacidad transformadora de su amor
para lograr un mundo nuevo, una tierra nueva. Convertirse a Cristo Jesús significa
volverse más claramente a El, aceptar sus criterios de vida, acoger su evangelio y
su mentalidad en nuestra vida. Ir haciendo camino en la dirección que El nos
muestra, ir cumpliendo el programa que trazó con su vida y palabras, liberando las
fuerzas que bloquean el crecimiento y el progreso de una vida auténticamente
humana y cristiana. Cada día, con nuestras actuaciones pequeñas, estamos
engendrando o abortando ese mundo nuevo de que nos habla hoy la palabra de
Dios.
Solamente mediante una conversión profunda personal y comunitaria haremos
posible el Adviento del hombre nuevo y las condiciones que propicien el cambio de
estructuras para crear una sociedad más humana.
Joaquin Obando Carvajal