II Domingo de Adviento, Ciclo B
“En el desierto preparadle un camino al Señor”
Pautas para la homilias
En este segundo domingo hemos encendido la segunda vela en la corona de
adviento como una expresión de que poco a poco nos vamos acercando a aquel que
sabemos que viene a salvarnos como “luz del mundo”. El, con su primera venida
nos ha abierto caminos por el desierto para llevarnos a la verdadera liberación y
encontrarnos con el “cielo nuevo y la tierra nueva donde sea posible la justicia” Esta
esperanza, que ha de llenar nuestro corazón, nos empuja a estar activos para
encontrarnos de verdad con el Señor que viene a salvarnos en medio de nuestras
realidades
“En el desierto preparadle un camino al Señor”
Este es el gran mensaje central del Adviento y que hoy se repite con insistencia en
la Palabra de Dios que hemos proclamado.
El desierto que rodeaba a Jerusalén obligaba a abrir caminos para que algún
personaje o el pueblo que subía a celebrar la Pascua o acudía al templo, pudiera
transitar fácilmente. El profeta nos recuerda cmo hacían este trabajo:”allanad en
la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que los montes
y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale”.Todo se
hacia para facilitar el encuentro con el Señor en Sión.
Esta imagen, tan familiar para muchos judíos, era empleada por los profetas y por
el mismo Juan el Bautista con la seguridad de que todos les entendían. Ellos
invitaban a que hicieran un esfuerzo de conversión, de cambio de vida, para así
responder a lo que ya había realizado el Señor. De este modo es como se facilitaba
la revelacin de “la gloria del Seor, y que la vieran todos los hombres juntos”.
En esta Adviento de la “crisis”, de cambio político, de “travesía del desierto”, es
necesario que los creyentes recibamos como dirigido a nosotros las palabras del
profeta Isaias: “Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios; hablad al
corazn de Jerusalén”. ¿Qué significa hablar al corazón? ¿Qué hay en el corazón
humano para que pueda recibir una palabra, que le consuele, que le de conciencia
de su dignidad, que le llene de esperanza? Sabemos que Dios mismo nos da la
respuesta a estos interrogantes. El se revela al corazón del hombre como el Padre
lleno de afecto, de comprensión y de perdón. El Sínodo sobre la Palabra nos ha
invitado a escucharla con un corazón sencillo y abierto para conseguir una
verdadera renovación interior de vida que nos ayude a vivir los momentos duros,
de falta de empleo, de recortes económicos, de situaciones difíciles de muchos
hermanos nuestros que necesitan mantener una esperanza de que esa situación se
va a superar. ¡La Comunidad cristiana tenemos una buena tarea para este
Adviento!: Consolar, ayudando de verdad y con obras a que se haga realidad la
presencia de Dios en medio de nuestra sociedad porque le hemos preparado en
este “desierto” un camino al Seor.
Para tener “un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habita la justicia”
El corazón humano entiende de ternura y de acogida, de misericordia y de fidelidad,
de amor y de perdn. Los que estamos bautizados no slo con agua sino “con
Espíritu Santo”, tenemos la obligacin de “adelantar la venida del Seor”
acercándonos a El y a nuestros hermanos, principalmente a los que en este tiempo
lo están pasando peor. Es el mejor modo de vivir un Adviento en constante
vigilancia y de una manera activa. Hoy más que nuca, tenemos que anunciar al
Jesucristo y allanar los senderos para que este anuncio llegue a todos, a nosotros
los primeros, a nuestra familia, a nuestro trabajo, a nuestra sociedad… La Palabra
de Dios no puede ser callada, ni nuestro testimonio cristiano puede ser reducido a
lo privado., sino todo lo contrario.
Hemos de dar vida a lo que se ha proclamado en el Salmo responsorial. “Dios
anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos. La salvación está ya cerca de sus fieles
y la gloria habitará en nuestra tierra. La misericordia y la fidelidad se encuentran, la
justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el
cielo” (Salmo 84) Es un modo concreto para transforma la aridez del desierto de
nuestra sociedad, y contribuir a crear acequias que hagan productible este desierto
nuestro. Estamos dando pasos para construir el Reino creando una “tierra nueva”
donde Dios se manifiesta como liberador de toda esclavitud y lo hace con la fuerza
de un guerrero y la ternura de un pastor. “Como un pastor apacienta a su rebao,
su mano lo reune. Lleva en brazos los corderos, cuida de las madres”. Los creyente
en Jesús, el Mesías , el Señor h, tenemos la obligación de pregonar la llegada de
“un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habite la justicia”.
“Ven, Seor, que la fuerza de tu Reino nos convierta en hombres y mujeres nuevos
a la medida de Cristo Jesús. Que seamos capaces de transformar desde dentro las
estructuras familiares, laborales, políticas y económicas, posibilitando tu presencia
en el nacimiento del hombre y mundo nuevos”.
Fr. Manuel Gutiérrez Bandera
Virgen del Camino (León)
Con permiso de dominicos.org