I Semana de Adviento
Introducción a la semana
Abrimos un nuevo ciclo litúrgico, el B, con el tiempo del Adviento; en estas
cuatro semanas dis-pondremos de estímulos creyentes y celebrativos sobrados
para tensar el arco de nuestra esperanza a dos niveles; uno, el que se expresa
en el anhelo de la última y definitiva venida de Cristo, remate en plenitud de
nuestra historia; y el otro, el más próximo, que se encamina para vivir con
hondura el prodigio de un Dios humanado en nuestra Navidad, al que nada de
nuestras vidas le es ajeno. El primer domingo del Adviento es un apretado haz
de expectativas orantes, de vivencias creyentes (que brille tu rostro, Señor, y
nos salve…, aguardamos la manifestacin de nuestro Seor Jesucristo), y de
compromisos fraternos porque sabemos que el Señor viene, aunque sobre
algunos pese la igno-rancia de no saber en qué día.
A lo largo de la semana, el profeta Isaías nos brindará palabras ilusionantes,
imágenes poéticas de paz y armonía mesiánicas, experiencias de salvación que
son el mejor impulso para hacer camino y comunidad esperando la venida del
Señor. A tiempos difíciles, esperanza comprometida.
Además, en estos primeros siete días del adviento evocamos a dos apóstoles y
misioneros a quienes el mundo les parecía pequeño a la hora de predicar la
buena nueva del evangelio por toda la rosa de los vientos: Andrés, hermano de
Pedro, que ostenta el honroso título de ser el primer discípulo de Cristo, el
primer llamado; es preciso que no se apague su memoria para que siga siendo
puente de unión entre los cristianos católicos y ortodoxos. Y el navarro Francisco
Javier, modelo y padre de misioneros que sigue admirándonos por su dedicación
apostólica y su dinamismo evangelizador.
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)
Con permiso de dominicos.org