SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO B.
Mc. 1, 1- 8
Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Está escrito en el profeta Isaías:
“Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una
voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus
senderos."
Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se
bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de
Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el
Jordán.
Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y
se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:"Detrás de mí
viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle
las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero é1 os bautizará con
Espíritu Santo."
CUENTO: DIÓGENES, EL FILÓSOFO-PROFETA
En cierta ocasión, el gran Alejandro Magno se encontró con el famoso
filósofo Diógenes. Delante de él, le dijo:
- ¿Sabes? Yo soy Alejandro Magno.
El filósofo le contestó:
- Y yo soy Diógenes, el cínico
Alejandro entonces le preguntó de qué podría servirle, y Diógenes le
respondió:
- ¿Puedes apartarte para no quitarme la luz del sol? No necesito nada más.
En otra ocasión, estaba Diógenes cenando lentejas, cuando vio al filósofo
Aristipo, que vivía confortablemente a base de adular al rey. Aristipo le dijo:
- Si aprendieras a ser sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de
lentejas.
Al lo que replicó Diógenes:
- Si tú hubieras aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
En nuestro caminar por el Adviento, surge hoy ante nosotros la figura y la
personalidad de un hombre excepcional, que le tocó llevar a cabo una
misión extraordinaria: la de preparar y allanar la llegada de Jesucristo. Esta
figura no es otra que Juan el Bautista. Nos impresiona su vida, su
austeridad, su entusiasmo en proclamar la Palabra de Dios y en llamar a la
conversión en una sociedad que se había alejado de Dios y de su Alianza.
Una voz en el desierto clama y proclama que el camino que lleva a Dios
pasa por un cambio radical de vida, de actitudes, de comportamientos. Un
hombre de cuerpo entero, un hombre inquebrantable en sus ideales y en
sus utopías. Un profeta de la santidad y de la esperanza.
Un testigo auténtico de la llegada del Reino de Dios. Un modelo de cómo
prepararnos bien a la Navidad y cómo vivir este Adviento como tiempo de
conversión. Una figura referencial de cómo vivir la fe en esta sociedad
nuestra materialista que ya no hace caso a los profetas que dicen verdades,
sino a los iconos mediáticos que venden mentiras, imagen y falsedades.
¿Cómo ser testigo de Cristo en este mundo nuestro, que se asemeja al
desierto de Juan el Bautista, un mundo sordo, no sólo a la presencia de
Dios, sino también al clamor de los pobres y necesitados y excluidos de
nuestra sociedad?. ¿Cómo hablar de Cristo sin que suene a pasado, a cosa
sabida, a rancio lenguaje?¿Cómo compaginar anuncio, cercanía, alegría,
amor, acogida, comprensión, con denuncia, profetismo, incomodidad,
verdad, exigencia? No es fácil anunciar y denunciar. No podemos quedarnos
en un anuncia fácil, al modelo de los anuncios de TV, mostrando un
cristianismo acomodaticio, sincrético, para todos. Tampoco es bueno ni
evangélico presentar la fe como algo duro, doloroso, frío, exigente y poco
humano. En compaginar las dos cosas está la clave de un testimonio
coherente, alegre y humano en nuestro mundo actual. La voz tronante de
Juan Bautista y la ternura compasiva y acogedora de Isaías y la Virgen
María, cuya fiesta de la Inmaculada celebramos mañana día 8. Más que
nunca se necesitan voces que griten en el desierto por los que no tienen
voz. Voces que clamen justicia, solidaridad, igualdad, tolerancia, acogida,
perdón, esperanza. En este mundo frío, voces que traigan calor humano del
corazón a tanta soledad y vacío. Voces que no se cansen de gritar y
tampoco de susurrar dulcemente al oído palabras de consuelo y de ánimo.
Voces que se unan al enorme coro humano de voces que piden la
condonación de la deuda externa, la supresión de tantas vallas y barreras a
inmigrantes, la abolición de la pena de muerte, el fin de las guerras, la
ayuda urgente a los países pobres, el respeto a la vida humana en
cualquiera de sus estadios, la defensa de los derechos humanos y del medio
ambiente. No, no está pasado de moda Juan el Bautista, aunque su voz
parezca perderse entre tanto ruido y tantas luces, entre tanto barullo y
megafonía de los mercaderes del consumo que reclaman nuestra atención.
Siempre habrá personas que afinen los oídos y escuchen este mensaje
revolucionario del amor encarnado de la Navidad. Eso será preparar bien el
camino del Señor y allanar los senderos. Sigamos gritando, pero con
nuestra propia vida y ejemplo, que el Señor viene, que está cerca, que nos
ama, que quiere un mundo de hermanos. Aprendamos del filósofo
Diógenes, un hombre sabio que no se callaba ni se vendía ante nadie, por
muy Alejandro Magno que fuera. Que prefería, como Juan Bautista, la
pobreza y el riesgo de la libertad a la riqueza de la comodidad y de la
sumisión al poder. Ellos nos recuerdan que no es fácil se profeta, pero que
no es imposible cuando nos mueven las más profundas convicciones.
¡FELIZ SEMANA Y QUE TODOS LOS CAMINOS DE NUESTRA VIDA SEAN
CAMINOS DE AMOR Y DE ESPERANZA POR DONDE PUEDA LLEGAR EL
SEÑOR!.