Sr. Cardenal Julio Terrazas Sandoval, CSsR
Arquidiócesis de Santa Cruz, Bolivia
HOMILIA PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
Basílica Menor de San Lorenzo Mártir. Domingo 27 de Noviembre de 2011.
Muy amados y queridos hermanos y hermanas:
La Iglesia inicia hoy un nuevo año litúrgico, un nuevo año para Dios y para
nosotros, un nuevo año con un tiempo privilegiado para consolidar las
exigencias de nuestra fe ¡que crezca la fe! Que frente a ciertas amenazas y
ciertos discursos distractivos no quieran arrancarnos eso que es vital en el
corazón del hombre de hoy, del cristiano de hoy, del católico de hoy, su
adhesión a Cristo por enci9ma de cualquier otro interés sea de personas o
sea e grupos.
Y nos preside esta celebración la imagen de alguien que entregó la vida por la
causa del Señor, de alguien que supo captar cual era la voluntad de Dios,
que se prestó para darle un rostro humano al hijo de Dios que viene en
busca de todos nosotros, que viene a sembrar una nueva manera de vivir
entre nosotros y a expresar la alegría que provine de Dios que se vuelca una
vez más en busca de los hijos e hijas que muchas veces lo olvidamos o lo
dejamos a un lado.
Hermosa presencia, la imagen de nuestra Señora de Cotoca, nuestra madre,
nuestra mamita, ella presente en la catedral en este domingo extraordinario
que coincide con el inicio de su novena, ella también está interesada que su
pueblo, el pueblo que la ama, el pueblo que la busca, el pueblo que acude a
ella, crezca en la fe, crezca en el amor, crezca en su adhesión total al Padre
de la vida, a su hijo que ha sido enviado para salvarnos.
Celebramos el inicio de este año extraordinario, todos los años para los católicos
son extraordinarios pero este lo es mucho más porque las exigencias son
muchas y a veces muy nuevas o si no son muy nuevas están revestidas de
ropajes de ovejas cuando están encerrando lobos que quieren dispersar al
rebaño.
Nos toca celebrar este domingo en compañía de toda la Iglesia universal, de la
Iglesia en Bolivia, de la Iglesia que peregrina en Santa Cruz, con la gente en
el campo, con la gente en nuestras provincias, con la gente n nuestras
montañas y en nuestras selvas, con la gente que busca realmente cumplir la
voluntad de Dios y ponerse a disposición de ese Señor que quiere hacer que
todas las cosas sean nuevas.
El lema de la novena de la Virgen –CON MARÍA HACIA CIELOS NUEVOS Y TIERRA
NUEVA- nos coloca inmediatamente en la dimensión de la Pascua del Señor,
¡hacerlo todo nuevo! Con María buscamos cielos nuevos y queremos una
tierra nueva, no la tierra del pecado, no los cielos que aíslan o que alienan
sino aquellos que nos dan la fuerza y la capacidad de ponernos en marcha,
en peregrinación constante a fin de que esa palabra que viene en
peregrinación a través el Espíritu, llegue también a cada hermano, a cada
hermana en todo el camino que nos toca recorrer.
Nos alegra estar esta mañana también aquí con los hermanos y hermanas de la
renovación carismática que están terminando su encuentro internacional y
nacional. Nos alegra poder escuchar también al Señor en estos momentos en
que tantos de ellos, casi todos ellos han estado hablando del espíritu de la
verdad, del espíritu de la vida, del espíritu que debe cultivarse en la familia,
de ese espíritu que es capaz de romper todas las estructuras de pecado y
todas las tinieblas que van creando los hombres para que los otros no
caminen, no vean, ni sepan por donde tiene que ir.
En estos días, ya comenzando el mes de diciembre se nos habla de que “ya se
siente el espíritu de navidad”, se pregona, se habla, ´el espíritu de navidad`
¿y qué es lo que entienden por espíritu de navidad? ¿Entienden el comercio,
el consumo, la fuga de la realidad, entienden los egoísmos reconcentrados,
entienden todo aquello que se opone justamente a la presencia de nuestro
Dios en medio de nosotros? Ese no es el espíritu de la navidad, ese es el
espíritu del mundo que si nos descuidamos un poco, es capaz también de
destruir el espíritu de amor, entrega y generosidad que el Señor ha venido a
entregarnos aquí en la tierra.
Es importante que nosotros sepamos por donde va el camino de Dios, el camino de
la salvación y recordemos con alegría e ilusión esta primera lectura de Isaías:
“Tu Señor eres nuestro padre” Es un pueblo lleno de dolor y sufrimiento, es
un pueblo que está abatido por el pecado, es un pueblo que ha cerrado los
ojos ante la presencia de Dios y sin embargo en el momento de dificultad
acuden ante Dios con el título más grande y más hermoso, con el título más
humano que podamos expresar todo lo grande y divino lo podamos decir con
nuestras propias palabras “Tu eres nuestro Padre” frente a un mundo de
desesperanzas, frente a un mundo en el que nadie quiere hablar de Dios,
frente a un mundo en el que se cierran los ojos a los grandes prodigios que
Él ha realizado y sigue realizando, nosotros tenemos que ser capaces de
hacer sentir en medio del bullicio, que nosotros creemos en Dios nuestro
Padre.
El que está llegando tiene un nombre, se llama redentor nuestro. Es el que nos
salva, es el que termina con las cadenas de esclavitud del pecado, es el que
viene realmente a reencontrarnos, a buscarnos en el camino de la vida para
que podamos seguir caminando por las sendas de la justica, de la paz y del
amor.
Estos son los nombres de un pueblo abatido pero que tiene fuerza para no permitir
que muera la esperanza, ahí está uno de los trabajos de esta época de
adviento, no permitir que muera la esperanza de la libertad de los hijos de
Dios, la esperanza de una justica que no se convierta en un trapo sucio como
dice Isaías; nosotros habíamos convertido nuestra justicia en algo impuro, en
una cosa, en un trapo sucio.
Nos toca trabajar, por eso el adviento no es alienante. La preparación a la navidad
no puede convertirse en un espacio de alienación, tenemos que convertirlo
en un espacio donde aparezca con mayor claridad el Dios de la vida, el Dios
de la esperanza, el Dios que viene a buscarnos por lo que somos y no por lo
que tenemos o repartimos.
Muchos dolores y sufrimientos tuvo el pueblo de Dios pero al final termina
constatando “Pero tú Señor eres nuestro Padre” ese era el fruto, el fruto que
todo este tiempo de adviento y el tiempo también de la novena de nuestra
madre, que nosotros podamos decir al final ¡Al fin y al cabo Tu eres Señor
nuestro Padre, en quien más vamos a confiar, en quien nos vamos a apoyar,
quien nos ama más que tú. Los grandes prodigios que hemos escuchado a lo
largo de la historia no lo hemos escuchado que lo hayan hecho otros dioses,
no hemos visto a nadie que descubra otro dios al lado tuyo. Por eso es que
nuestra fe se centra, se concentra y se hace expresión de amor y de
confianza. Nosotros somos barro, somos arcilla, tú Señor eres el alfarero, tu
eres el que va haciendo de nosotros esa vasija extraordinaria, delicada quizá,
pero extraordinaria y bonita para presentarla a nuestro Dios, al fin y al cabo,
todas las personas somos obra tuya, dice el pueblo de Dios al finalizar la
confesión de su espera.
Recordamos el nacimiento de nuestro Dios, pero recordamos también y pedimos la
segunda venida de Cristo y para esto sí que necesitamos la ayuda de Dios y
Pablo le recuerda a los Corintos: Paz y justicia para todos ustedes, paz y
gracia para el pueblo de Dios, paz para todos.
Son palabras que necesitan espacios también en nuestros medios, en nuestro país,
en nuestra sociedad. Gracia de Dios, regalo de la vida de Dios en abundancia
para todos, con tal que le abramos nuestro corazón, con tal que le dejemos
que esa luz que trae el Señor, en la pequeñez del pesebre sea una luz capaz
de abrirse por lo menos una rendija en un corazón endurecido como el que lo
tenemos o como el que lo tiene gran parte de nuestros hermanos.
Recordamos la primera venida del Señor, pero queremos que vuelva y que vuelva
pronto. Y Pablo dice: Ustedes tiene todos los regalos de Dios, tienen todo lo
que se necesita para esta búsqueda, para este tiempo de espera, habrá
dificultades, habrá problemas, habrá contradicciones, habrá debilidades,
habrá traiciones pero ustedes tiene todos los regalos de Dios para poder
esperar la manifestación del Señor; Tienen la palabra, la palabra de vida y
esperanza, tiene el conocimiento de que tenemos un solo Dios y que
nosotros no andamos adorando a nuestro Dios y adorando también a los
ídolos que se van fabricando también día tras día exigiendo que les demos
obediencia.
Esto exige estar preparados “tengan cuidado y estén prevenidos” nos dice el
evangelio. Hay que estar atentos, hasta que vuelva el Señor, tenemos que
estar despiertos, tenemos que estar atentos y vigilantes, tenemos que saber
que el Señor puede volver en cada instante porque Él se parece a uno que se
va de viaje y encomienda sus cosas y su casa al cuidado de sus servidores.
Esta palabra tan hermosa del evangelio, el Señor que organiza su viaje pero
que antes de irse les encarga a sus servidores que cuiden su casa. La casa de
Dios es nuestra casa, nuestras casas tienen que ser casa de Dios, nos toca
cuidarla, nos toca estar vigilantes para que nadie entre en esta casa de Dios
o en nuestras casas para sembrar todo aquellos que se opone a todo esto de
cielos nuevos que tanto anhelamos. Defender nuestra familia, defender
nuestros jóvenes, inculcarles todo esto que nos pide el evangelio, es preparar
una generación que piense, que oriente la vida y que se oriente siempre
hacia el Dios de la libertad y que no se someta a ninguna esclavitud por muy
bonita o por muy rentable que sea.
Les encarga su casa el Señor, les encarga el trabajo que tiene que hacer cada uno y
le encarga al portero que no duerma, ¡Que bonito! Les da trabajo a cada uno,
no les da consignas, nos los amenaza que si no dicen esto o aquello van a
ser castigados; no quiere hacer de su casa un lugar donde se pierda la
capacidad de pensar, de razonar, de ver cuáles son los problemas y ver
cuáles son las invitaciones de nuestro Dios para trabajar en la búsqueda de
soluciones adecuadas. A cada uno le encarga un trabajo, no un slogan, no
una consigna. Eso de las consignas que se repiten de memoria por muy mal
pagadas que estén económicamente no hacen más que repetir las
dependencias e impedir que el hombre y la mujer levanten los ojos hacia el
cielo y comiencen a darle a esta tierra el rostro de la pascua, el rostro de la
vida.
Y estén prevenidos, dice el Señor, él va volver, no se sabe en qué momento pero
estén vigilantes. Ahí está la exigencia de este tiempo litúrgico mis hermanos.
Ahí está la exigencia de la novena a la Virgen que no es una novena para
pasarnos un momento de distracción, que es continuar lo que ya con durante
tantos años como Iglesia estamos haciendo, hacer que nuestra novena nos
comprometa más en la solución de los problemas que atentan a Dios y los
problemas que atentan a los hermanos.
Pensemos en cielos nuevos y en tierra nueva, en un momento en que todos piensan
en desbaratar y destruir la tierra, en que muchos no les interesa guardar
esta riqueza que el Señor ha dado para que puedan ser la fuente de vida de
las generaciones actuales y de las venideras. Aquí tenemos que admirar a
aquellos que con altura siguen defendiendo su terruño, no para venderlo al
mejor postor sino para cuidarlo a la manera de Dios. Un bien para todos y no
un bien que se oculta en beneficio de unos cuantos.
La navidad tiene que ser una expresión de esta convicción mis hermanos. Los
festejos de navidad no pueden hacernos olvidar el trabajo y la lucha contra el
mal. Cómo podemos con sinceridad y tranquilidad, malgastar una cantidad
de dinero mientras se nos habla que en Bolivia hay más de dos millones de
pobres que no tienen lo necesario para vivir.
Cómo podemos estar tranquilos si no nos preocupa el 70 u 80% de mujeres que
son violentadas constantemente en nuestros campos, en nuestros hogares y
puestos de trabajo. Como podemos estar tranquilos y hablar de Navidad y
decir que toda la casa bonita se está asomando cuando se habla que Bolivia
está sembrada totalmente de droga y casi en manos de los narcotraficantes.
No podemos estar tranquilos ni felices, por lo tanto a la navidad cristiana, a la
navidad católica, a la Navidad que nos viene a través de la Virgen María
tenemos que darle un rostro de sencillez, no están prohibidos los
intercambios de regalos de reconocimientos, pero que se lo haga al modo de
Cristo, acercándose, tomando el camino del hermano, ayudándole como
hermano no como algo que tiene algo que le sobra en casa y lo manda para
que lo reparta entre los pobres.
Se habla mucho de la sonrisa de los niños en estos días y eso es bonito, está bien y
hay que ser capaces de mantener esa sonrisa, pero eso no es lo principal de
navidad, lo principal de navidad es la sonrisa del Niño Jesús, del Dios que
siendo grande se hace pequeño, que teniendo todo pasa casi a no tener
nada, del Dios que a pesar del sufrimiento muestra al mundo que ha venido
a salvarlo y no a dominarlo.
Hermanos y hermanas, tiempo de reflexión, tiempo de oración, de súplica confiada
a nuestra Madre la Virgen para que ella nos ayude a ser seguidores de su
Hijo, seguidores discípulos del Hijo Amado que ella ha tenido y lo ha
entregado no para llevarlo a pasear de un lado a otro sino para poder recibir
su fuerza su ayuda y convertirnos en constructores de paz y justicia. AMEN.